En alturas como esta toda experiencia humana es una contemplación. Desde las ruinas de Maucallacta, el antiguo oráculo de los andes arequipeños, el paisaje se ve como un culto perpetuo al nevado Coropuna, una montaña sagrada de hielos que ahora agonizan por el calor: hay una grandilocuencia de los silencios, del rojizo color de la tierra y la maleza amarillenta que da sentido a este lugar de rezos ancestrales. Si los arqueólogos que reconstruyen los muros mantienen su ritmo, pronto podríamos ser testigos de la reaparición de peregrinajes perdidos. El hombre siempre vuelve a sus piedras míticas.



"Todo esto fue un templo", dice Maciej Sobczyk, uno de los especialistas polacos que trabaja en la recuperación del lugar. Maucallacta fue un gran complejo arquitectónico de al menos cien construcciones, entre casas y grandes albergues alrededor del templo principal. Su origen es anterior a la presencia inca, aunque una lectura de sus paredes permite saber que el imperio asumió luego su devoción: entre los cinco estilos detectados en sus recintos hay un rango de unos trescientos años; los edificios mejor pulidos tienen el trazo del Cusco.


Aunque se tenía referencias del lugar, por anteriores exploradores, el rescate de semejante tesoro empezó en 1997, por un equipo binacional de la Universidad de Varsovia (Polonia) y la Universidad Católica Santa María de Arequipa. "Entonces hicimos pequeños trabajos para reconocer el sitio", recuerda Sobczyk, miembro de la misión polaca. Con el tiempo quedó clara la relevancia de ese centro de culto en toda la región. Los especialistas, encabezados por el eminente arqueólogo Mariusz Ziolkowski, llegaron a la conclusión de que se trataba del lugar que ciertos cronistas españoles consignaron de manera genérica como centro del culto al nevado Coropuna.



Pedro Cieza de León, por ejemplo, escribió: "Los reyes del Perú con los más principales del visitaban este templo haciendo presentes y ofrendas como a los ya dichos; y tienese por muy cierto que, de los dones y capacocha que este templo se le hizo, había muchas cargas de oro y plata y pedrería". Guamán Poma consignó que a esas ofrendas se añadía el sacrificio de animales y hasta de niños de 12 años.

El nombre de Maucallacta no es mencionado en esos relatos. De hecho, su significado, "Pueblo Viejo", es ambiguo. "Cuando un sitio pierde su nombre empieza a ser denominado así", comenta Sobczyk. Existen otros dos lugares llamados Maucallacta en la zona, pero sin duda este, cercano al distrito de Pampacolca, es el más relevante. En los tres últimos años el equipo binacional ha trabajado en un proyecto de puesta en valor para convertirlo en un atractivo turístico. Los primeros resultados son impresionantes.



El complejo luce tres niveles bien definidos. Un circuito de escalinatas comunica diversos sectores, divididos de acuerdo al rango de los personajes. En la zona popular, más baja, hay una larga construcción de 52 metros de fachada, con vestigios de cinco puertas. "Fue una casa monumental", refiere Maciej Sobczyk, quien dicta un curso de arquitectura inca en la Universidad de Varsovia. El edificio, ahora casi en sus cimientos, debió servir como albergue de peregrinos. Sus dimensiones cobran sentido frente a la plaza principal, de 150 metros de largo, por 50 de ancho y 7 de altura. "Allí podían reunirse unas cinco mil personas", refiere el investigador. Esta plataforma guarda una sorpresa: un sistema de túneles que al parecer permitía el amortiguamiento de la plaza cuando estaba copada. Los investigadores no tenían referencia de un diseño similar en la arquitectura andina.

Escalones arriba, en la zona principal, está el denominado mausoleo. Es un edificio cuadrangular, de cuatro ambientes: un vestíbulo, una cámara y dos cuartos. En el interior de la cámara debía guardarse una momia. Las excavaciones permitieron encontrar las ofrendas que le dejaron en las esquinas del vestíbulo: lo primero que apareció fue un ceramio protegido por un cerco de piedra; luego una piedra hueca en la que debió ponerse una ofrenda de chicha o de sangre; más abajo, un cuerpo humano. "Corresponde a un adulto, pero estamos en la etapa de análisis de esos restos para tener más datos", refiere Sobczyk.



El misterio de Maucallacta encandila a sus herederos. Un grupo de pobladores colabora desde hace un par de años en la restauración de muros y edificios. Alain Cárcamo (16) ha aprendido a catalogar piezas de cerámica precolombina mientras decide qué carrera estudiar en adelante. Don Sergio Huamán (65) no deja de sorprenderse con lo que durante años había creído una ruina menor. "Ahora sabemos lo valioso que es esto", dice el hombre mientras cierne un nuevo cargamento de tierra. Ambos tienen claro que esto apenas es el inicio. El viejo oráculo tiene historia guardada. Pero ya la empieza a soltar.