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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

LOS 100 AÑOS DEL RITZ

El día en el que echaron a Ava Gardner del Ritz... y otras anécdotas

El día en el que echaron a Ava Gardner del Ritz... y otras anécdotas

@Eduardo Verbo

Entrar en el Ritz es remontarse al año 1910. Poco ha cambiado el buque insignia del lujo y el buen gusto hotelero en España desde que hace cien años Alfonso XIII lo inaugurara, para placer de los altos mandatarios europeos y lo más granado de la jet society patria. Han descansado en sus habitaciones un sinfín de personalidades que van desde Nelson Mandela a Jennifer López, Cary Grant o Ava Gardner, a quien echaron del hotel por su tendencia al sexo y el alcohol. El Ritz celebra cien años de historia y más de mil historias que contar.

La filosofía empresarial del mítico hotel era y sigue siendo fiel a la premisa mágica de César Ritz, su fundador: “Aquí nos adelantamos a los deseos de los clientes”, repiten sus empleados, que se esmeran en hacer triunfar los detalles más pequeños e insignificantes a simple vista. Esa es una de sus tantas señas de identidad. Un ejemplo: cada vez que Frank Sinatra llegaba al Ritz, le esperaba un piano de cola blanco, impaciente por hacer sonar una de sus famosas canciones. O, ahora, cuando lo hace Plácido Domingo, el tenor camina a sus anchas por su habitación con un albornoz y unas pantuflas bordadas con sus iniciales, cortesía de la casa, que también halaga con flores blancas a una de sus grandes clientas: la top Cindy Crawford. Lujo, exclusividad y una atención vocacional, que hace las delicias de los que acreditan tener pedigrí en su ADN: Los duques de Windsor, cabezas coronadas de Omán, Fidel Castro, Margaret Thatcher, Matta Hari, Elton John, Dalí, García Márquez, Orson Welles, Richard Burton, Yves Saint Laurent... Todos menos Michael Jackson, a quien se le denegó la entrada por tener mascotas.

Además, la privacidad de todos y cada uno de sus clientes ha constituido una gran preocupación, desde su construcción hace cien años. La prensa tenía difícilmente acceso al interior, ya que el diseño inicial de la recepción del hotel tuvo en cuenta el acoso al que los medios podrían someter a las estrellas y se ideó su ubicación en un cuarto oculto desde la calle. A pesar de ello, sus empleados recuerdan aquella ocasión en la que Leslie Howard se disfrazó de viejo para pasar desapercibido o cuando Liz Taylor se camufló y salió por la puerta de maletas, aquella ocasión en la que vino a España a recoger el Premio Príncipe de Asturias y se reunió con los Reyes en Zarzuela.

Y así, no cien, sino miles de historias más, ya que el Ritz, una joya del estilo arquitectónico Belle-Epoque, ha cristalizado en sus estancias momentos muy importantes de la historia más reciente de la historia. Yasser Arafat dio aquí su primera rueda de prensa; Fleming, famoso por haber descubierto la penicilina, se enamoró de los callos a la madrileña y se llevó ingentes raciones de ellos a su Escocia natal; Antonio Banderas le dio en el Ritz el ‘sí, quiero’ a su primera mujer, Ana Leza; los príncipes de Mónaco pasaron su luna de miel en el hotel, que sirvió como hospital durante la Guerra Civil, y el rey de Marruecos no se quiso marchar cuando descubrió las comodidades que ofrecía. “Montó su propia cocina. Cenaba a las cuatro de la mañana y la verdad que nos volvió un poco locos”, recuerdan. Aunque sin duda alguna, el momento más duro que vivieron sus trabajadores fue la llegada del emperador de Etiopía, Haile Selassie, a quien costó satisfacer con creces. “No le podíamos dar la espalda, ni tocarle, ni mirarle a los ojos. Le tuvimos que coser unas insignias en el traje y fue realmente complicado hacerlo”, afirma uno de ellos.

El Ritz más real

La historia del Ritz está inexorablemente ligada a las efemérides de la Casa Real e importantes familias de la aristocracia española, que decidieron irse a vivir al hotel cuando la Guerra Civil española arrasó con sus palacios. El rey Alfonso XIII, la reina Victoria Eugenia y el presidente del Gobierno, José Canalejas, lo inauguraron el 2 de octubre de 1910 a las cinco de la tarde, tal y como retratan las crónicas de la época. Se transformaba en realidad un proyecto, en el que el propio rey había participado activamente, ya que era consciente de la débil oferta hotelera de Madrid y de las dificultades de los altos mandatarios europeos y los invitados a su boda, celebrada cuatro años antes, para hospedarse. Madrid se convertía en estandarte del lujo y la distinción. Londres y París habían hecho lo propio años antes. Al morir en el exilio en Roma, el Ritz de Madrid, el tercero para su fundador, fue el lugar escogido para colocar la mesa de condolencias del abuelo del rey Juan Carlos.

Cuentan sus trabajadores más veteranos que, antes de convertirse en Rey de España, el padre del príncipe Felipe también solía acudir al hotel para comprar la prensa internacional o, curiosamente, para que el peluquero le diera un buen corte. Además, uno de los platos favoritos del monarca era el típico cocido madrileño, marca de la casa, que todavía ofrecen en la actualidad.  La cuidada gastronomía del hotel llevó a Franco a contratar el catering para la boda de su hija, Carmen Franco, con el marqués de Villaverde.

Es más, en la actualidad, la confianza en los servicios del hotel llega a tal extremo que todavía hoy en día el Ritz destaca un equipo de profesionales en el Palacio de El Pardo, para agasajar a los invitados por el Gobierno o la Casa Real. Hasta los 80 la residencia oficial había sido el Ritz.

La suntuosidad durante nuestros días

Aparte del pasado, en el Ritz también se puede disfrutar del presente. Sus 167 habitaciones disponen de baños de mármol, alfombras,confeccionadas a medida para el hotel por la Real Fábrica de Tapices, marroquinería, con la inconfundible rubrica de Enrique Loewe, o sábanas de lino bordadas en seda. Pero uno de sus principales atractivos son sus amplios salones, amenizados con la música de piano, para leer, tomar un café o disfrutar de su tranquilo trasiego.
 

Veinte empleados, vestidos impolutamente de Pierre Balmain, se encargan de mantener  perfecta la cubertería de plata. Las 30 piezas de oro, que forman parte de la colección del día de la inauguración, tan sólo se utilizan para ocasiones muy especiales, cheque en blanco mediante. Y así transcurre en el mítico hotel Ritz de Madrid, el mismo en el que durmió el maharajá de Kaphurtala y Anita Delgado o Lady Di y el príncipe Carlos, un día más de sus cien años de historia.
 

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