ALAIN DUCASSE
Ducasse ya no es francés
Alain Ducasse (Castel-Sarrazin, 1956) ha encontrado en Mónaco - Monte Carlo el dorado refugio que le negaron el País Vasco (francés) y París. Gascón de nacimiento, Ducasse se inició al gran arte de la cocina en el país vasco francés, en Soustons y Eugénie-les-Bains, a cien kilómetros cortos de Bayona. Incluso terminó por abrir un restaurante-albergue en tierra vasca, sistemáticamente atacado a bombazos, desde hace una larga década.
Parisino de adopción, Ducasse comenzó por subir a la capital, en busca de fama, gloria, reputación, y dinero. Y en París comenzó a forjar su actual imperio de 21 restaurantes de lujo, en Nueva York, Tokio, Dubai, Macao, etc. Pero fue en Monte Carlo donde ganó su primera y pronta fama. Su primer contrato con la Société des Bains de Mer, la sociedad que explota desde hace un siglo el Casino y los grandes palacios de Monte Carlo, comportaba una cláusula draconiana: conseguir tres estrellas, en tres años, para el legendario restaurante del Hôtel de Paris, una de las estrellas más luminosas del cielo estrellado del lujo mundial.
Apuesta ganada. Y, con ella, una gloria que se cuenta en ingresos millonarios. Esa fabulosa historia de amor tiene un colofón fiscal: gascón, vasco y parisino de adopción, Ducasse ha terminado por pedir y conseguir la nacionalidad monegasca, con unas ventajas fiscales evidentes. Las sociedades francesas del gran cocinero continuarán pagando sus impuestos en Francia. Pero el nuevo ciudadano de Mónaco deja de ser ciudadano fiscal francés...
Cada año, un centenar de personalidades internacionales piden la nacionalidad monegasca, intentando huir de la fiscalidad francesa, inglesa, incluso española. Apenas medio centenar consiguen su objetivo, encontrando un dorado refugio fiscal.
En el caso de Alain Ducasse, hoy, como en el de Helmut Newton, ayer, entre muchos otros, la huida de París, la huida de otras capitales europeas y no europeas, también tiene mucho de fuga de cerebros. El artista, el creador, el empresario, el deportista de talento, encuentran en Monte Carlo un refugio fiscal que roza lo ideal.
Durante muchos años, las autoridades monegascas privilegiaban la acogida de deportistas de alto nivel (tenistas, conductores de fórmula uno; nada de ciclistas, demasiado «proletarios»). Tras la muerte de su padre, el príncipe Alberto privilegia calladamente la instalación en su patria de creadores acosados por el fisco.
«En el fondo, es la culminación de una historia de amor», dice finamente Alain Ducasse. Bueno.
POR JUAN PEDRO QUIÑONERO
AFP - ABC.ES
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