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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

UNA MEMORABLE REUNIÓN - SEGUNDA PARTE

Por: Jaime Ariansen Céspedes – Instituto de los Andes

El personaje que presidiría la mesa en esa cena memorable, era naturalmente el rey, Enrique III de Francia. Sabia mucho de su trayectoria, había tenido tiempo para prepararme, no solo en la biblioteca del instituto, sino también navegando en la web, hasta pude conversar sobre su vida y obra, con historiadores y escritores, El objetivo era tratar de entender a este especial gobernante y la época que le toco reinar.

Sin lugar a dudas él mas versado y entretenido fue Alejandro Dumas, con el que congeniamos de inmediato por la mutua afición y dedicación a la gastronomía, que nos hizo compartir numerosas y opíparas tertulias.

Le comente - con mucha diplomacia - que me parecía inverosímil lo que narraba sobre nuestro personaje,  a lo que me contesto... que le importaba un rábano lo que diga la critica literaria de su versión - y argumentaba que él si conocía bien a Enrique III y de primera mano... y que este rey fue así, por ser el sexto hijo de Catalina de Médicis y que la reina madre ya tenia los genes un poco cansados y que también lo engrió mucho, además era un niño muy mimoso... en mi interior pensé que existía también la posibilidad de haberlo descuidado emocionalmente... siquiera un poco... ante la enorme responsabilidad de criar a muchos diablillos en medio de mil y una conspiraciones, incluyendo guerras y asesinatos de toda índole y estilo.

Enrique III nació en Fontainebleau un 19 de septiembre de 1551, Revisando mis notas sobre su biografía, leí sobre su regio bautizo asignándole el nombre de Alejandro Eduardo y  se le concede él titulo de Duque de Angulema.

En su desarrollo nobiliario, el 17 de marzo de 1564, en pomposa ceremonia es confirmado, esta vez ya con su nombre definitivo, el de Enrique y posteriormente se le otorga otro titulo, el de Duque de Anjou, claro esta con sus respectivas prebendas. Más brillo para un niño imposible.

Dominaba su ego el saberse descendiente directo de uno de los linajes más importantes de la época, los muy poderosos Valois, con casi trescientos años de gobernar a su regalado gusto y cambiante criterio en una muy vasta y rica región.

Mientras proseguía la convulsionada vida en palacio, el joven Enrique desarrollaba una muy especial, - demasiado diría yo - relación con su hermosísima hermana Margarita, se inventaban cada día un nuevo y secreto juego, cada vez mas extraño y atrevido, que podría hacer sonrojar al mas liberal de los jóvenes de ahora. Intercambiaban  vestidos y roles de hermano y hermana, hasta crear entre otros, el intimo juego de rey y reina, por supuesto también intercalando los papeles de vez en cuando y de cuando en vez. Pero como ustedes estarán pensando, bien pensando, los juegos incluían reales encargos a la cigüeña - total estaban en Paris - para asegurar imaginariamente una descendencia bella y pura de los muy nobles Valois.

Lo peor vino después, cuando fueron incorporando a sus juegos, a otros jóvenes con un común denominador, nobles, bellos y muy delicados. La reina madre, mostró mucha preocupación y puso mano dura para parar o disimular estos excesos que incluían paseos furtivos por la ciudad, usando estrafalarios disfraces y recargados maquillajes, para estar a tono con sus desmanes de licor y sexo.

Mientras Enrique crecía en dulce y muy alegre compañía, muere en extrañas circunstancias su hermano mayor Francisco II y lo sucede en el trono de Francia su otro hermano Carlos IX que le otorga consideraciones especiales, reconociéndolo como el nuevo duque de Orléans.

En 1573, con solo 22 años accedió a su primer trono, como Rey de Polonia con el nombre de Enrique de Valois. Al parecer lo querían un poco lejos de Paris y su alocada vida. Mientras tanto su querida madre conspiraba a diestra y siniestra, entiéndase con católicos y protestantes, hasta 1574 donde por la fuerza del destino y una pequeña ayuda de su mamá, pasa a ser Rey de Francia con la definitiva denominación de Enrique III.

El rey tenia que estar casado y por supuesto la reina madre se encargo de una larga selección de postulantes, al parecer Enrique no le prestaba demasiada atención a la real evaluación. La elegida fue una bella duquesa, Luisa de Lorena-Vaudémont (1553-1601) hija de Nicolás Duque de Mercoeur y la muy noble Margarita de Egmont. Durante el reinado de Enrique, su esposa Luisa demostró prudencia y discreción ante cualquier tipo de excesos de su amado rey.

Como profesor de historia, estar presente en esa cena en el castillo de Blois era simplemente fascinante, por supuesto tenia especial interés en conocer a Luisa esta casi santa y muy noble reina. También verificar si el rey tenia muy delicados modales y nobles objetivos o en su lugar encontraría a un fiero gobernante que había organizado esa velada para tener la fantástica oportunidad de reunir en su mesa a los otros dos Enriques, los personajes más importantes de la política de ese momento, el de Navarra al que había asignado como su posible aliado y sucesor y al otro Enrique, el de Guisa, al que pretendía desaparecer del escenario político, simplemente asesinándolo.

Creo que esa cena era como un  ritual de despedida y yo, un privilegiado  testigo de la historia, para presenciar este intrincado juego de ajedrez político, mientras disfrutábamos de una muy fina cena gourmet. (Continuara)

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