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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

99 LIMA MILENARIA

LIMA CIUDAD MILENARIA - HUACA SAN ANTONIO

PAMELA SANDOVAL DEL ÁGUILA

La huaca San Antonio, en el extremo este del campo santo Mapfre de Huachipa, esconde en sus entrañas una estructura piramidal, de 60 metros de ancho por seis de alto, cuya construcción se remonta a unos 4.200 años de antigüedad. “El mismo período de la ciudadela Caral, pero en el valle del Rímac”, observa admirado el arqueólogo Jonathan Palacios, quien realizó el descubrimiento tras dos meses de exploración inicial, en setiembre y octubre, pero casi 30 años de interés académico.

Las excavaciones, que de momento permiten ver apenas unas escalinatas y parte de la base de la pirámide, se realizaron para ubicar la puerta principal del templo en U, que es la actual huaca San Antonio. Para ello, se contó con un fondo de US$60.000, del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre.

“Pensamos que hallaríamos el ingreso [al templo en U], pero descubrimos una pirámide anterior, levantada durante el Precerámico Tardío”, explicó Palacios a la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, quien visitó ayer la huaca, junto al presidente ejecutivo del grupo Mapfre, Renzo Calda; el subgerente de Cultura, Pedro Alayza; y un equipo de este Diario.

FARDOS FUNERARIOS
Según Palacios, se hallaron 50 fardos funerarios cerca de la pirámide. El más sorprendente tenía un plato de hierro –con restos de comida– sobre el rostro. También se recuperaron restos de cerámicas, textiles y herramientas.

“Para nosotros, ha sido una suerte que el recinto se ubique en nuestra propiedad, que ya ha sido consagrada al Ministerio de Cultura. Un descubrimiento de este valor es bueno para los peruanos, es bueno para Lima, para Mapfre, para todos”, comentó Calda, quien garantizó que su fundación seguirá financiando las excavaciones.

LIMA CIUDAD MILENARIA Y EL MAR

Por: NELLY LUNA - Una de las certezas que se tienen de los hombres que habitaron estos valles entre los años 200 y 600 de nuestra era es su estrecho vínculo religioso y económico con el mar. Se sabe que eran excelentes buceadores (se han hallado huesos de oídos alterados); que su dieta era sana (basada en una amplia variedad de frutas, vegetales y peces); que eran buenos comerciantes (hay objetos moche y nasca entre sus pertenencias); y que sus deidades eran marinas (las ofrendas humanas y vasijas están todas orientadas al oeste). Había un culto, sin embargo, que sobresalía en importancia: en los últimos años la arqueología nos ha revelado que los antiguos limeños adoraban a una especie distante y feroz: el tiburón.

EL MAR: RICO Y DIVINO
“Por la frecuencia de la representación en la cerámica y ofrendas, yo creo que esta especie fue muy importante para el culto; es probable que muchos de los pescadores de esta civilización que dependía en parte del mar hayan visto en varias ocasiones a este animal mar adentro”, dice Isabel Flores, arqueóloga que ya lleva 30 años estudiando la huaca Pucllana. Según sostiene, esta es el centro ceremonial y administrativo más importante de la civilización limeña que habitó este valle entre los siglos II y VI, período que se conoce como el de la cultura Lima. En las excavaciones en Pucllana, en el distrito de Miraflores, se han encontrado también muchos dientes de tiburón.

Hallazgos similares se han registrado en la huaca Huallamarca, otro de los centros ceremoniales que los limas ocuparon, aunque solo como cementerio de la elite política. La arqueóloga Clide Valladolid, que ha investigado la zona en el distrito de San Isidro, describe las características de las cerámicas encontradas con rasgos de tiburones: tienen rostros feroces y los dientes expuestos. “Me da la impresión de que este culto regía el orden social. Un gran porcentaje de la población eran pescadores y el tiburón infundía miedo”, concluye la investigadora.

EL MIEDO Y EL PODER
El miedo es fundamental en las sociedades teocráticas. De ahí que en las cerámicas encontradas el tiburón exprese un rostro feroz y una gran boca abierta dentada. Tanto Clide Valladolid como Isabel Flores coinciden en que la cultura Lima estuvo gobernada por sacerdotes cuyo dios principal pudo ser el animal marino, pero no descartan que hubieran existido otros dioses, como la Luna. “Ellos tenían el poder, organizaban y recibían los tributos de la población, vivían en los centros ceremoniales como Pucllana y, periódicamente, convocaban aquí a toda la población [compuesta de agricultores, pescadores, artesanos y tejedoras] para sacrificios, ceremonias religiosas o sociales”, dice Flores.

Para la arqueóloga Valladolid, la territorialidad y el linaje ya eran fundamentales en la organización de los limas: “Me parece que cada grupo familiar tenía a un jefe, y todos ellos estaban sometidos a un sacerdote”. Esta organización fue poderosa y les permitió desarrollar una compleja red de caminos que los conectaba con las culturas vecinas, la Moche en el norte, y la Nasca, en el sur. Los caminos intensificaron el comercio, pero también los flujos migratorios. Los limeños de aquellos siglos eran –como hoy– mestizos. “El clima cambiante en otras zonas y las riquezas de este valle atraían a los migrantes”, sugiere Flores.

¿En qué consistía la organización política y social encabezada por los sacerdotes?
No sabemos los detalles, falta mucho por investigar. Lo que no creo es que haya existido un sistema parecido al esclavismo, pero sí una organización muy sólida. Para determinar si existía algún vínculo familiar entre las autoridades que ejercían el poder político y religioso estamos haciendo estudios de ADN en las tumbas, así podremos determinar más adelante si existieron relaciones familiares entre las tumbas múltiples que hemos encontrado, responde Flores.

FALTA INVESTIGAR
A pesar de las excavaciones realizadas en Pucllana y Huallamarca, aún falta mucho por entender y conocer de los limas: no se sabe cuántos fueron ni los detalles de su organización. Dos de las huacas que guardan los secretos de esta antigua civilización son las de San Marcos y Maranga, cuyas ocupaciones corresponden a este período. “Nosotros hemos investigado la parte de la ocupación ichma [previa a los incas], pero todavía conocemos muy poco sobre la función que cumplieron o la relación que tenían con los otros centros ceremoniales en la época de la cultura Lima”, explica la arqueóloga del complejo Maranga, Lucénida Carrión.

Lo mismo ocurre con la huaca San Marcos, que se ha visto cercenada por el olvido de las autoridades y la ampliación de la avenida Venezuela. “Falta invertir”, reclama Isabel Flores. Ella y Clide Valladolid insisten en la importancia de investigar la cultura Lima, pues constituye una pieza fundamental para entender el desarrollo de las otras sociedades en estos valles, así como la posterior ocupación de los señoríos y los ichmas”. Sin presupuesto para la investigación arqueológica, los conocimientos de la cultura Lima que guardan estas huacas podrían permanecer para siempre sepultados.