HORNO DE MICROONDAS (1952, Estados Unidos)
La cocción por microondas puede considerarse, sin duda alguna, como el método más revolucionario de preparar los alimentos, desde que el HOMO ERECTUS descubrió el fuego, hace un millón y medio de años. Esta aseveración la justifica el hecho de que en la cocción por microondas no interviene el fuego ni elemento térmico alguno, directa o indirectamente. Una energía electromagnética pura agita las moléculas de agua de los alimentos, generando calor suficiente para lograr la cocción.
El tubo electrónico que produce energía de microondas, el magnetrón, ya se utilizaba una década antes del nacimiento de este horno. Era la ingeniosa invención de sir John Randall y del doctor Boot, perfeccionada en la Universidad de Birmingham, en Inglaterra. Pero el esfuerzo de estos dos científicos no se concentraba en cómo asar un pavo, sino en cómo frustrar los planes de los nazis. Y es que el magnetrón fue un elemento esencial en la construcción del radar, que tan decisivamente contribuyó a la defensa de Gran Bretaña durante la segunda guerra mundial. La idea de cocinar mediante el calor interno de las microondas no surgió hasta la posguerra, de forma totalmente fortuita. Un día del año 1946, el doctor Percy Spencer, ingeniero de la Raytheon Company, probaba un tubo magnetrón cuando metió la mano en el bolsillo donde guardaba una tableta de chocolate, y descubrió que éste se había derretido hasta convertirse en una masa pegajosa. Sabiendo que las microondas generan calor, se preguntó si la tableta había estado críticamente cerca de la radiación despedida por el tubo.
Él no había notado ningún calor. Demasiado intrigado para que le preocupara haberse manchado los pantalones, envió a buscar una bolsa de granos de maíz, los puso cerca del tubo, y a los pocos minutos obtuvo palomitas en el suelo del laboratorio. A la mañana siguiente, Spencer llegó al laboratorio con una docena de huevos frescos. Practicó un orificio en un recipiente, metió un huevo dentro y alineó el orificio con el magnetrón. Un colega curioso, que se acercó demasiado, se encontró con la cara salpicada de huevo. Spencer comprendió inmediatamente que el huevo se había cocido de dentro afuera, y que la presión había hecho estallar la cáscara. La Raytheon empezó a estudiar la comercialización de un horno de microondas, y a los pocos años anunciaba el Radar Range, cuyo tamaño lo asemejaba a un refrigerador, aunque su espacio de cocción fuera bastante reducido. El Radar Range presentaba el inconveniente característico de los aparatos electrónicos anteriores al advenimiento de la microminiaturización: la mayor parte de su volumen servía para albergar tubos de vacío, ventiladores y una cabellera de Medusa formada por los cables. Aunque se vendieron algunos Radar Range a restaurantes, el nuevo producto carecía de interés para uso doméstico. Hasta el año 1952 las amas de casa no dispusieron de horno de microondas para su hogar. Producido por la Tappan Company, este dispositivo tenía dos velocidades de cocción, un mando y un temporizador de veintiún minutos, y podía adquirirse por 1.295 dólares. A pesar de su elevado precio, el horno Tappan, y más tarde el modelo Hotpoint, suscitó un entusiasmo sin precedentes en las exposiciones de artículos para el hogar durante los años cincuenta. Los fabricantes aún no contaban con una numerosa clientela para sus microondas, pero de año en año las ventas seguían la firme tendencia ascendente que todavía hoy continúa.
Del libro "Las cosas nuestras de cada día" de Charles Panati |
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