SEGUNDO VIAJE DE COLON
SEGUNDO VIAJE DE COLÓN
Memorial que para los Reyes Católicos dio el Almirante a don Antonio de Torres
Este memorial o informe es entregado el día 30 de enero de 1499 en la ciudad de La Isabela a D. Antonio Torres, que a la sazón era el alcalde de dicha ciudad y capitán de la nao Marigalante, para ser entregado a su vez a los Reyes Católicos.
La idea de saqueo es persistente en las palabras de Colón, habla de las especias pero sobre todo del oro que intuye que debe de haber y de la imposibilidad de poder sacarlo por la falta de infraestructura para ello y por tener a casi toda sus gentes enfermas. Sobre los indios o nativos habla de la desconfianza que tiene, sobre todo del cacique llamado Caonabó y del pueblo al que tacha de caníbal, así mismo apunta la conveniencia de enviar a España algunos de ellos como esclavos para que sean reeducados en la fe cristiana y para que posteriormente puedan servir de intérpretes en la labor de colonización.
Pero lo que subyace en toda esta misiva es el deseo de organizar todo en los nuevos asentamientos, procurando tener a sus gentes contentas, para lo cual pide que se aseguren los sueldos y sobre todo que se garanticen los abastecimientos porque "las causas de las dolencias tan general de todos es de mudamiento de aguas y aires, porque vemos que a todos arreo se extiende y peligran pocos; por consiguiente, la conservación de la santidad, después de Dios, está que esta gente sea proveída de los mantenimientos que en España acostumbraba, porque de ellos ni de otros que viniesen de nuevo Sus Altezas se podrán servir si no están sanos", haciendo hincapié en la necesidad de unos abastos constantes hasta que la colonia pueda ser autosuficiente "Y esta provisión ha de durar hasta que acá se haya fecho cimiento de lo que acá se sembrare e plantare, digo de trigos y cebadas e viñas, de lo cual para este año se ha fecho poco, porque no se pudo de antes tomar asiento y luego que se tomó adolescieron aquellos poquitos labradores que acá estaban, los cuales, aunque estovieran sanos, tenían tan pocas bestias y tan magras y flacas que poco es lo que pudieran hacer. Con todo, alguna cosa han sembrado, más para probar la tierra, que parece muy maravillosa, para que de allí se pueda esperar remedio alguno en nuestras necesidades".
Entresaco de esta misiva que en parte Colón mentía en su propio beneficio magnificando el provecho que podían sacar de estas nuevas tierras, tanto con el oro, del cual enviaba pequeñas cantidades con la promesa de encontrar mucho, como lo benigno de las tierras para el cultivo, sobre todo en la plantación de vides que, como de todos es sabido, no pueden germinar en el Caribe y pasando de puntillas en lo referente a los productos autóctonos, dando la impresión, en este segundo viaje, que intentaba involucrar a la Corona en una empresa de tal volumen que una vez puesta en marcha fuera imposible volver atrás, por lo que se deduce que todavía no era consciente de la importancia de su descubrimiento o si lo era guardaba celosamente para sí este con la esperanza de regir un gran imperio.
Con la intención de deslumbrar a los reyes y a sus consejeros habla de las tierras como si fueran de promisión con estas palabras: "Somos bien ciertos, como la obra lo muestra, que en esta tierra así el trigo como el vino nacerá muy bien; pero hase de esperar el fruto, el cual si tal será como muestra la presteza del nacer del trigo y de algunos poquitos de sarmientos que se pusieron, es cierto que non fará mengua el Andalucía ni Sicilia aquí, ni en las cañas de azúcar, según unas poquitas que se pusieron han prendido; porque es cierto que la hermosura de la tierra de estas islas, así de montes e sierras y aguas, como de vegas donde hay ríos cabdales, es tal la vista que ninguna otra tierra que sol escaliente puede ser mejor al parecer ni tan fermosa".
Quejas tenía el almirante de los proveedores que abastecían los barcos, entre los cuales se encontraba Américo Vespucio, algo parecido, en su malestar, a otro informe famoso, el de capitán Cook en su expedición a los Mares del Sur: "Diréis que a cabsa de haberse derramado mucho vino en este camino del que la flota traía, y esto, según dicen los más, a culpa de la mala obra que los toneleros ficieron en Sevilla, la mayor mengua que agora tenemos aquí o esperamos por esto tener es de vinos", haciendo una relación de las necesidades inmediatas en lo referente a la alimentación: "...como quier que tengamos para más tiempo así bizcocho como trigo, con todo, es necesario que también se envíe alguna cantidad razonable porque el camino es largo y cada día no se puede proveer, e asimismo algunas canales, digo tocinos, y otra cecina que sea mejor que la que habemos traído este camino. De carneros vivos y aun antes corderos y cordericas, más fembras que machos, y algunos becerros y becerras pequeños son menester, que cada vez vengan en cualquier carabela que acá se enviare, y algunas asnas y asnos y yeguas para trabajo y simiente, que acá ninguna de estas animalias hay de que hombre se pueda ayudar ni valer".
Respecto al oro que enviaba hacía las recomendaciones pertinentes para que sirviera para pagar los abastos y las medicinas que necesitaba y de la que con tanta necesidad estaban: "...diréis a Sus Altezas cómo yo vos di cargo y mandé que del oro que allá lleváis, empeñándolo o poniéndolo en poder de algún mercader en Sevilla, el cual distraya y ponga los maravedís que serían menester para cargar dos carabelas de vino y de trigo y de las otras cosas que lleváis por memorial, el cual mercader lleve o envíe el dicho oro para Sus Altezas, que le vean, reciban y hagan pagar lo que hobiere distraído e puesto para el despacho y cargazón de las dichas dos carabelas, las cuales, por consolar y esforzar esta gente que acá queda, cumple que fagan más de poder de ser acá vueltas por todo el mes de mayo, porque la gente antes de entrar en el verano vea e tenga algún refrescamiento de estas cosas, en especial para las dolencias; de las cuales cosas acá ya tenemos gran mengua, como son pasas, azúcar, almendras, miel e arroz, que debiera venir en gran cuantidad y vino muy poca e aquello que vino es ya consumido e gastado, y aun la mayor parte de las medecinas que de allá trojieron, por la muchedumbre de los muchos dolientes: de las cuales cosas, como dicho es, vos lleváis memoriales así para sanos como para dolientes, firmados de mi mano, los cuales cumplidamente, si el dinero bastare o a lo menos lo que más necesario sea para agora despachar, es para que lo puedan luego traer los dichos dos navíos, y lo que quedare procuraréis con Sus Altezas que con otros navíos vengan lo más presto que ser pudiere".
Entre los grandes negocios que pretendía el almirante era el del comercio de esclavos y de esta forma matar dos pájaros de un tiro, como se dice coloquialmente, por una parte hacía los pagos con carne humana y por otra se quitaba enemigos de encima, algo verdaderamente miserable pero que encajaba dentro de la moral de la época, imbuido por los pensamientos religiosos que tanto daño hicieron a la humanidad al no considerar humanos a aquellos que no profesaban sus creencias y que tenían otra cultura. Entre petición y recomendación sugiere lo siguiente: " Diréis a Sus Altezas que el provecho de las almas de los dichos caníbales y aun de estos de acá ha traído el pensamiento que cuantos más allá se llevasen sería mejor, y en ello podrían Sus Altezas ser servidos de esta manera: que, visto cuánto son acá menester los ganados y bestias de trabajo para el sostenimiento de la gente que acá ha de estar y bien de todas estas islas. Sus Altezas podrán dar licencia e permiso a un número de carabelas suficiente que vengan acá cada año y trayan de los dichos ganados y otros mantenimientos y cosas para poblar el campo y aprovechar la tierra, y esto en precios razonables a sus costas de los que las trugieren, las cuales cosas se les podrían pagar en esclavos de estos caníbales, gente tan fiera y dispuesta y bien proporcionada y de muy buen entendimiento, los cuales, quitados de aquella inhumanidad, creemos que serán mejores que otros ningunos esclavos, la cual luego perderán que sean fuera de su tierra, y de estos podrán haber muchos con las fustas de remos que acá se entienden de hacer, fecho, empero, presupuesto que cada una de las carabelas que viniesen de Sus Altezas pusiesen una persona fiable, la cual defendiese las dichas carabelas que non descendiesen a ninguna otra parte ni isla salvo aquí, donde ha de estar la carga y descarga de toda la mercadería; y aun de estos esclavos que se llevaren, Sus Altezas podrían haber sus derechos allá. Y de esto traeréis o enviaréis respuesta, porque acá se hagan los aparejos que son menester con más confianza, si a Sus Altezas pareciese".
Hace otras peticiones como paño para hacer ropajes o cuero para el calzado pero también: "...y otras cosas, como son conservas, que son fuera de ración y para conservación de la salud, las cuales cosas todas la gente de acá recibiría de grado en descuento de su sueldo; y si allá esto se mercase por ministros leales y que mirasen al servicio de Sus Altezas, se ahorraría algo" y armas para defenderse y sojuzgar a los nativos.
También reclama gente con oficios como los de carpintero o albañil pero casados, sugiriendo que se les paguen los sueldos a sus mujeres en España para que ellas compren las herramientas que fueren menester y se las mandaran a los maridos.
Por último solicita alimentos, prueba fehaciente de que no hubo maridaje culinario en los comienzos por lo menos, sino imposición en todos los sentidos, reclamando lo siguiente: "...así para el mantenimiento de los sanos como para los dolientes, sería muy bien que se hobiesen de la isla de la Madera cincuenta pipas de miel de azúcar, porque es el mejor mantenimiento del mundo y más sano y non suele costar cada pipa sino a dos ducados sin el casco; y si Sus Altezas mandan que a la vuelta pase por allí alguna carabela, las podrá mercar, y también diez cajas de azúcar que es mucho menester, que ésta es la mejor sazón del año, digo entre aquí e el mes de abril,..."
Si interesante fue el segundo viaje de Cristóbal Colón a América mucho más lo fue el tercero porque ya sabiendo de las carencias desembarcaría con las vituallas necesarias para el asentamiento e invasión definitiva de las islas del Caribe, las cuales fueron a la sazón la base de aprovisionamiento para la conquista de todo un continente, que por desgracia no llevaría su nombre, sino la de un impostor llamado Américo Vespucio.
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