LA SIDRA ASTURIANA
Oviedo, M. J. IGLESIAS - lne.es
La sidra ha generado cultura, comportamientos, literatura y música popular, folclore y manifestaciones propias como la espicha o el escanciado. Va ligada a la esencia de Asturias. Con esas ideas como base, la Asociación de Lagareros de Asturias (ALA), presentará a la Unesco una candidatura oficial para que los rituales y peculiaridades que acompañan a la bebida regional se incluyan en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial del Mundo, una distinción a la que también aspiran la dieta mediterránea y la cocina francesa.
La propuesta para reconocer un legado etnográfico y cultural ligado a un producto tan representativo de la forma de vida asturiana como la sidra cuenta con el respaldo del Principado de Asturias, tal como recalcó ayer el consejero de Medio Rural, Aurelio Martín.
El Consejero destacó el hecho de que una parte del estudio histórico necesario para presentar la candidatura ya está elaborado por el historiador lavianés Luis Benito García Álvarez, encargado de documentar el proyecto. Martín va más allá e indica que, incluso, aunque no se consiga la declaración por parte de la Unesco, es interesante que se lleve a cabo un análisis sistematizado y detallado de la historia de la sidra. Se muestra de acuerdo con el planteamiento de los lagareros y del propio historiador, que en 2008 recibió el premio «Gourmand» por su obra «Representaciones de la sidra». «Nunca una bebida ha influido tanto en las pautas de comportamiento de una sociedad, incluso ha generado un completo repertorio de cánticos, en un territorio tan pequeño como el asturiano», indica el Consejero. La Asociación de Lagareros, presidida por José María Osoro, no tiene duda acerca de la entidad patrimonial de la sidra. Convencer a la Unesco no será fácil. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, aún no ha logrado el reconocimiento para la gastronomía francesa, una candidatura con similares planteamientos a la que pretende presentar Asturias. Tampoco lo ha conseguido la dieta mediterránea como emblema de un estilo de vida saludable. Luis Benito García estima en unos dos años el plazo para elaborar el estudio y poner documentos sobre la mesa. El historiador enumera entre los factores que deben ser protegidos, el patrimonio etnográfico generado por la sidra, manifestaciones culturales como las espichas incluso formas de consumo originales, como el escanciado.
García Álvarez compara la cultura de la sidra a la que se ha generado en zonas de Francia como Borgoña o Burdeos, con pueblos como Saint Emilion, donde se ubican viñedos y chateaux de conocidas marcas, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. García explica que la cultura sidrera, con rituales complejos y únicos, como ha llegado a nuestros días, se asentó a finales del XVIII. La industrialización consolidó polos de consumo como Gijón y las Cuencas. La producción se centró en áreas como Siero y Villaviciosa. La sidra se implantó donde no llegaba el vino. Por eso el occidente o zonas próximas a León son menos sidreras. «A esas áreas llegaban los vinos gallegos o castellanos», comenta. La primera parte del siglo XX estuvo protagonizada por el nacimiento de la sidra espumosa.
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