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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

HISTORIA DE LA NAVIDAD - 12

La Historia del Árbol de Navidad

Por: Marisol Palacios – ABC Digital - Tan tradicional e infaltable como el pandulce en estas fechas es el árbol de Navidad. En nuestro país, generalmente, se usa el sintético, porque muy pocas casas tienen el espacio suficiente para plantar un abeto –o pino, que es el más común en nuestro medio–. Mucha gente piensa que siempre se utilizó el abeto decorado como símbolo para celebrar la Navidad, pero no es así.

Origen

Existen tres leyendas acerca de su origen, que veremos más adelante. Esta costumbre, consagrada por los cristianos, tiene raíces paganas. Según cuentan, las tribus germanas de hace 1200 años veneraban el roble –de madera dura, compacta y muy apreciada para construcciones; representaba para ellos mucho misticismo– y el manzano, aunque este no gozaba de tanto prestigio como el primero.

Creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el “divino Idrasil” o el “dios Odín”, al que le rendían culto. Y en invierno, los robles, como casi todos los árboles, pierden sus hojas, por lo que estas tribus pensaban que cuando un árbol perdía su follaje era porque los espíritus lo habían abandonado, entonces les adornaban con ramas de especies perennes, papeles, frutas, trozos de vidrio y antorchas, que representaban a las estrellas, la Luna y el Sol para que los espíritus retornaran en la época primaveral y el árbol volviera a brotar.

Pasado el tiempo –y aquí comienza la primera leyenda–, el cristianismo logró reemplazar la devoción por el roble por la de otro árbol, muy diferente: el abeto. Su madera –la antítesis del roble–, no muy resistente, no era muy apreciada por los germanos. Sin embargo, su forma triangular era propicia para simbolizar a la Santísima Trinidad.

¿Cómo sucedió esto? Cuentan que San Bonifacio, que predicaba entre los pueblos germanos, que insistían en adorar el roble como árbol sagrado, un día, cansado de lo que él consideraba una veneración sacrílega por parte de los druidas, derribó un roble a hachazos. Y como un efecto dominó, al caerse el árbol, cayeron todos los que lo rodeaban, excepto un pequeño abeto al que el santo consagró como el árbol de Navidad, por considerarlo como una señal, y lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano: las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban la luz de Cristo.

Pero aquí no termina el tema. La segunda leyenda sostiene que esta celebración tiene su origen en Babilonia, ciudad fundada por Nimrod, nieto de Cam y, por lo tanto, bisnieto de Noé; sí, el del arca. Cuentan que Nimrod era tan pero tan malo que se casó con su madre, llamada Semíramis. Pero Nimrod murió muy joven, por lo que a su madre no se le ocurrió otra cosa que decir que su hijo se había reencarnado en forma de árbol. Por eso, en cada aniversario de su nacimiento, que, coincidentemente, era el 25 de diciembre, colgaban regalos en el árbol. En conclusión, el cristianismo dio una vuelta de tuerca a un rito pagano babilónico y la llevó por los caminos de la fe, por lo que surge la leyenda de San Bonifacio.

La tercera leyenda cuenta que Martín Lutero, el fundador de la Iglesia protestante, estaba caminando por un bosque en la noche de la víspera de Navidad cuando quedó maravillado por la belleza de millones de estrellas que brillaban a través de las ramas de los árboles. Tan impresionado quedó que cortó un pequeño árbol y lo llevó su casa. Allí, lo adornó con bellotas, castañas y avellanas para recordar los dones que los hombres recibieron de Jesús. Luego, esta costumbre se extendió por toda Alemania al igual que el protestantismo y, como sabemos, con el tiempo, le fueron agregando nuevos elementos como bolitas, que en un principio fueron de vidrio, guirnaldas, etc. Las esferas, para la tradición cristiana, simbolizan las oraciones que hacemos durante el período de Adviento y sus colores significan: las rojas, peticiones; las plateadas, agradecimiento; las doradas, alabanza, y las azules, arrepentimiento. Además, la estrella que se acostumbra poner en la punta del árbol representa la fe que debe guiar la vida del cristiano. 

Asimismo, el árbol de Navidad tiene que tener de 24 a 28 esferas, dependiendo de los días que tenga el Adviento, que se van colgando desde el 8 de diciembre hasta Nochebuena, y cada una se acompaña de una oración o un propósito.  

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