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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

EL BOLLO DE LA VIUDA

En el pub The Widow's Son, en Bromley-by-Bow, hay hacia el mediodía tres clientes y sólo uno quiere hablar de la Semana Santa. «Yo no soy religioso, todo eso es extraño para mí», dice un parroquiano. La mujer, Mary, que es irlandesa, opina que no debe hablar de religión en una taberna, que las dos cosas son moralmente incompatibles. Pero Patrick Byrne, que también es irlandés, habla de las celebraciones de Semana Santa con alegría. «Ha cambiado todo absolutamente», dice. «Cuando yo era un niño, pasábamos la Semana Santa en la iglesia, no podíamos cantar. Yo era monaguillo, un católico reprimido, y ahora soy un católico submarino. Mi religión emerge en tiempo de crisis», dice riendo.
Byrne sostiene que aquel tiempo, «en el que todo se reducía a familia e iglesia», era fantástico. «Todo se ha diluido. Se comen los huevos de Pascua, por ejemplo, pero ya no tienen significado religioso. Creo que se debe al multiculturalismo. En este barrio hay treinta o cuarenta religiones diferentes y también ateos», explica.
Cuenta que su padre era un hombre muy estricto. En la casa acogían huéspedes para ayudar con la renta y una vez tenían alojada a una chica española que estudiaba inglés porque se preparaba para ser azafata. «Mi padre estaba contento porque, al ser la chica española, creyó que era católica, pero el primer domingo no salía de su habitación para ir a la iglesia. Mi padre llamó a su puerta y le dijo: 'Si no vas inmediatamente a misa, no vuelves a entrar a esta casa'». Y se ríe con ganas.
Las paredes de The Widow's Son (El hijo de la viuda), en Devons Road, están adornadas con vidrieras o fotos típicas de pub -una de Frank Sinatra con Dean Martin y Sammy Davis Jr- y también con recordatorios diversos de una tradición que se conserva en esta esquina del este de Londres desde el siglo XIX.
Marinos - Hay un poema muy simple y enmarcado, que explica la historia: «Una viuda tenía un hijo único/ El mar era su ocupación/ En el momento de su partida pidió/ que se le guardase un bollo de Pascua en su regreso». Esos primeros versos son la entradilla de la historia de este pub, donde, antes de 1840, vivían una viuda y su hijo único.
Que era efectivamente marinero y que pidió que se le guardase el bollo, porque planeaba regresar coincidiendo con el Viernes Santo. Pero el hijo no regresó. Y su madre cocinó cada año ese bollo dulce y especiado, con forma rectangular y una cruz, a la espera del regreso de su hijo, que nunca volvió.
Cuando, en el lugar de la casa de la viuda, se construyó un pub, los dueños decidieron mantener la tradición. Esa costumbre dura hasta hoy. Cada Viernes Santo, los dueños del pub invitan a marinos de la Royal Navy. Uno de ellos trae un bollo de Pascua y, a cambio de la donación, recibe una pinta gratuita de cerveza.
Los bollos anuales se guardan en el techo, en una red que tiene ya cerca de cien. Dice la leyenda que un bollo de Pascua que se cocina el mismo Viernes Santo no padece el ataque de los hongos, pero, entre los que hay en la red del Widow's Son, hay algunos chamuscados, que se conservaron tras un incendio en el establecimiento.
Mary, la mujer que se niega a hablar de religión en una taberna, está dispuesta a hablar sin embargo de la tradición del pub. Muestra las fotos de un marino que venía todos los años a mantener la tradición, pero que ha fallecido, de otros que han acudido cada Viernes Santo a este lugar, en el que la vida portuaria es ahora una memoria distante.
«Es un día soberbio», dice Mary, que sólo lamenta los trastornos de la vida moderna. En los últimos años, días después de que los dueños del pub llamen a la Royal Navy para reiterar su invitación, la Policía visita el establecimiento y los alrededores con perros especializados en detectar explosivos. Pero el pub se abarrota de gente que quiere participar en la tradición.
Como dicen los últimos versos del poema enmarcado: «Un deber amoroso que comezó hace mucho tiempo/ se convirtió en algo para toda la vida».

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