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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

HISTORIA DEL CAFÉ EN CUBA

Escrito por Primitivo González Prado   

 

EL café es un personaje perenne en la vida de los cubanos y comenzó a cultivarse en la Isla relativamente tarde, cuando ya el tabaco, el azúcar se conocían desde décadas atrás: a Cuba llegó en 1748 traído por un contador de la colonia francesa.

También se dice que la primera planta nos llegó procedente de Puerto Rico en 1769. Cuando el contador llegó con sus cafetos ya el café como infusión era conocido en Cuba. Como dato curioso; donde primero se expendió en la isla fue en las boticas, pues fueron los médicos, los poetas y después los mercaderes los primeros en promover estas costumbres.

El cultivo del café se extendió en muy poco tiempo en la isla, sobre todo por Wanajay, Artemisa, la región central y a puntos montañosos del oriente del país. Los médicos de finales de siglo XVIII recetaban café y tabaco para casi todos los males, sobre todo para los de cabeza y también contra la embriaguez.

Del café y el tabaco decía el estudioso cubano Fernando Ortiz que fueron las drogas para avivar el sexo y sostener las fatigas.

Esta bebida merece los honores que le puedan rendir los cubanos, que a cualquier hora beben la aromática infusión. El café es un componente esencial en la cotidianidad de los cubanos, además de ser rasgo básico en el comportamiento de muchas culturas en el mundo. Por todas partes esta presente la clásica taza de café y su aroma invade la casa en cualquier momento y hora del día.

Desde el campesino hospitalario que se despierta y se acuesta con una taza de café hasta el hombre de ciudad que invita a degustarlo a todo el que pase el umbral de la vivienda, sea visitante casual o íntimo de la familia. Su arraigo entrañable se expresa con los diminutivos “un cafecito” o “un buchito”, que saluda al amanecer y el recomienzo de la vida, a través del aroma y el sabor del café matutino.

En muchas casas cubanas la primera acción para iniciar la  jornada es preparar el trago habitual de café para comenzar el día con ánimo.

El té nunca ha logrado sustituirlo en las tierras de América y mucho menos en Cuba, donde está arraigada su rutina en las costumbres de los cubanos. El café en Cuba se integra a una cultura de resistencia y abre un intenso campo a los investigadores, ansiosos por descubrir e indagar sobre nuestra identidad, de sus valores y comportamiento.

El café en América

El café cruzó el Atlántico en 1689, con la apertura del primer establecimiento en Boston. La bebida ganó popularidad y obtuvo el rango de bebida nacional, después de que los rebeldes lanzaron al mar el té sobretasado por la corona británica durante el motín del té en Boston. Esta operación clave se preparó en la cafetería Dragón verde.

En 1714, el capitán de infantería Gabriel Mathieu de Clieu ocultó un esqueje de una planta de café ofrecida por Holanda al rey Luis XIV de Francia y conservada en los invernaderos reales para establecerlo en las cuestas del Monte Pelée en Martinica y en Santo Domingo. Cincuenta años más tarde, se cuentan 19 millones de plantas en Martinica.

La primera plantación en Brasil (uno de los mayores productores, junto a Colombia) se estableció en 1727. Su industria dependía de la práctica de la esclavitud, que se suprimió en 1888.

Las primeras semillas de café se llevaron a Colombia de las Antillas Francesas, y los primeros cultivos en pequeña escala se registraron en los últimos tiempos coloniales, sobre todo en el departamento del Magdalena, en 1785.

En Colombia las primeras plantaciones a mediana escala se registraron en 1808 en Cúcuta y en 1813 Ignacio Ordóñez de Lara fue el primero en contar con un cultivo de 7.000 palos de café. En la región del Cundinamarca fue Tyreel Moore en 1867 quien estableció los primeros cultivos y Mariano Ospina Rodríguez en el departamento de Antioquia. En el Departamento de Caldas en el llamado eje cafetero colombiano los responsables fueron Eduardo Walker en jurisdicción de La Cabaña y Antonio Pinzón en el Aguila y para 1890 el café se constituye en base de la economía regional. En 1886 Simón López lo extendió a la ciudad de Pereira de donde partió la expansión del cultivo a zonas del Quindío y al Valle del Cauca.

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