Fundada hace ya 475 años a orillas del Rímac, el llamado "Río Hablador", la capital peruana ha ido perdiendo el lustre de la época colonial aunque todavía conserva ciertos aires de grandeza desaliñada, como la que desprende su centro histórico.
"Lima es la ciudad de todas las sangres, todos los rostros, comidas y músicas", resume el historiador de la Universidad de San Marcos Freddy Cabanillas, en referencia a las gentes llegadas a este capital desde Europa, África y Asia, y que se mezclaron con las emigraciones "interiores" llegadas de la sierra y la selva.
En la Plaza de Armas, el ángel de la fuente da la bienvenida al mandatario de turno que habita el Palacio de Gobierno.
Desde ese punto, la guía Carina Clemente señala hacia la "puerta del perdón" de la catedral, situada a la derecha, por donde debían ingresar los presos que conseguían "liberarse" de sus cadenas.
Pura ironía, ya que todos los condenados a muerte se quedaban "a las puertas" y fallecían en la misma plaza.
Dentro de la basílica se dice que yacen los restos del fundador de Lima y conquistador español Francisco Pizarro, que murió en 1541 asaltado por hombres fieles a su archienemigo y competidor, Diego de Almagro.
Desde las 25.000 personas enterradas en las catacumbas de la iglesia de San Francisco hasta el palacio arzobispal, pasando por la Casa de la (prolífica) Literatura Peruana o por el ilustrativo Museo de la Inquisición, el centro de la ciudad ofrece múltiples atractivos.
Ya pasaron los años en que los altos índices de delincuencia hacían mella en la confianza de los turistas, aunque una visita al centro implica siempre ir con precaución. Además de balcones y casonas, destaca el encanto de una de las plazas más bellas de Lima, la neocolonial San Martín, inaugurada en 1921 con motivo del centenario de la independencia de Perú.
De paseo por el antes aristocrático Jirón de la Unión, cuesta imaginar a las mujeres que entonces desfilaban vestidas a la moda europea, algunas de ellas con un velo que sólo dejaba un ojo al descubierto y que les hizo merecer el apelativo de "tapadas".
Cafés bohemios como el Palais Concert cerraron, otros como el Cordano continuaron y, mientras, las calles se llenaron de acentos populares provenientes de todos los rincones de Perú.
Una mirada hacia adentro
Desde el centro, parten varias rutas que dan cuenta de la explosión urbana que ha vivido Lima en los últimos años.
Al subir a lo alto del cerro de San Cristóbal en microbús (en el futuro habrá un teleférico), se puede echar una ojeada a la "monstruosidad" de Lima, una urbe de más de ocho millones de ciudadanos que ha crecido a espaldas del océano Pacífico pese a tenerlo tan cerca.
En la segunda mitad del siglo XX, el terrorismo y la miseria marcaron la vida de millones de personas que dejaron sus casas en los Andes y se asentaron en los polvorientos "conos", zonas pobres de la periferia que hasta la fecha carecen de servicios básicos como el agua corriente.
Según el profesor de la Universidad Católica Jesús Cosamalón, esa otra ciudad, independiente de la Lima aristocrática, ha ido ganando poder económico gracias a los negocios.
Sólo hay que ver los centros comerciales levantados junto a las barriadas, típicas en un país donde el 34,8% de la población sigue siendo pobre.
La oferta cultural
Ya en el distrito de Barrios Altos, el cementerio del Presbítero Maestro ofrece una cara diferente de la cultura peruana a través de las tumbas de héroes patrios como Francisco Bolognesi o Miguel Grau, destacados militares que participaron en la guerra del Pacífico contra Chile (1879-1884).
"Hay 22.000 historias de personas que han dejado sus páginas grabadas aquí", sostiene el guía Guben Chaparro, que tranquiliza a los visitantes, seguro de que "las ánimas te protegen como si estuvieras en un frasco de cristal".
Además de este histórico camposanto, una treintena de museos sacia la sed de cultura. Entre ellos está el Museo de Arte de Lima (MALI), reabierto el pasado mes de abril en un acto que contó con la presencia de la modelo Kate Moss.
Si se quiere conocer el legado cultural de Perú y, concretamente, su lado arqueológico, el Museo de Arqueología y la colección privada de Rafael Larco Herrera permiten una buena aproximación.
Además, siempre se pueden visitar "in situ" lugares como la Huaca Pucllana, centro ceremonial de la cultura de Lima en pleno barrio de Miraflores, o salir de la ciudad en dirección al complejo donde durante siglos se rindió culto a Pachacamac, "creador del Universo".
Otros placeres
En las playas del sur, las aguas bravas atraen a surfistas de todo el mundo, mientras que otros prefieren descubrir rutas gastronómicas alternativas a los restaurantes "gourmet" o los de comida casera de la capital, explica la especialista de Turismo Lucrecia Lafora.
De vuelta a Lima, los más atrevidos tienen la oportunidad de volar en parapente sobre los acantilados de la "costa verde", que delimita la frontera entre el océano y la ciudad. Para los que prefieran pisar suelo firme hay otras opciones como un paseo por algunos de los escenarios de las novelas de Mario Vargas Llosa o una noche de fiesta en el barrio bohemio de Barranco, a no ser que se prefiera pasar el tiempo de casino en casino o chapoteando en las fuentes del Circuito Mágico del Agua.
Gran devoción hacia la música criolla y afroperuana es la que, por ejemplo, se vive en las jaranas de las peñas limeñas, donde los músicos invitan con frecuencia a bailar a los asistentes, peruanos o extranjeros.
Pero el principal placer que ofrece Lima y el resto de Perú es, a todas voces, su gastronomía.
Junto a las ricas especialidades de cebiches, anticuchos, lomos saltados y otras exquisiteces, la prestigiosa cocina peruana viene acompañada de fuertes cócteles como el pisco sour o de bebidas dulces como los zumos naturales o la chicha morada.
"Lima es la ciudad de todas las sangres, todos los rostros, comidas y músicas", resume el historiador de la Universidad de San Marcos Freddy Cabanillas, en referencia a las gentes llegadas a este capital desde Europa, África y Asia, y que se mezclaron con las emigraciones "interiores" llegadas de la sierra y la selva.
"Lima es atractiva si las autoridades invierten en su valor artístico e histórico y los limeños son más conscientes de lo que tienen", opina Cabanillas, quien confía en que cada vez más turistas lleguen a conocer esta centenaria ciudad no solo de oídas.
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