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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

02 OPINION DE EDUARDO VILLANUEVA MANSILLA

De controversias banales y cámaras de resonancia

Despejemos el terreno: las discusiones sobre la comida y la nacionalidad adolecen de inviabilidad, porque finalmente se basan en opiniones incontrastables, en puntos de vista que se sustentan apenas en la convicción de cada participante. Thays tiene tanta verdad como cualquier otro, y al mismo tiempo sus motivaciones, su retórica y sus opciones para proclamar su opinión son dignas de juicio.

No por mí. Honestamente no me interesa el tema, más allá de servir para pensar esto de la vida digital, y de la manera como ciertas visiones de nosotros mismos aparecen amplificadas hasta una deformidad digna de Botero a través del lente de los medios sociales.

Traslademos la situación a la vida real. Estamos entre amigos y alguien dice "no me gusta la comida peruana", como podría decir "no me gusta la salsa", "no me gusta 'Al fondo hay sitio'", "no me gusta el chifa"... y un largo etcétera. La reacción alrededor de la mesa sería alguien completamente indiferente, alguien completamente de acuerdo, y alguien que expresaría el conocido "¡¡¡¡pero cómo no te puede gustar la comida peruana / salsa / serie de televisión / chifa!!!!" Jijiji, jajaja, y ya está.

En Internet ocurren dos cosas distintas: no estás alrededor de una mesa, sino puesto en una vitrina al mismo tiempo a la mano y lejana, completamente personal e indiscernible. Además, tu reacción no se queda entre los cuatro amigos, sino que es vista por otros, que reaccionan también, y que te aplauden. El equivalente a la ronda de amiguitos que alientan la bronca en el barrio, que azuzan, calientan el ambiente.

La combinación de impunidad con azuzamiento crea un entorno en donde no solo es fácil armar escándalo, sino escalar el escándalo. Más y más gritos, más y más indignación. Claro, la mayoría de los gritos es tosca, poco elaborada, pasional y sobre todo banal. Lo triste es que los diarios y los medios en general usen esta colección de banalidades para hacer todavía más escándalo, y sobre todo para validar el cacareo al convertirlo en noticia. Claro, no ayuda que otros más se metan, usando sus habilidades retóricas, para rechazar estas indignaciones banales por equivocadas, para enrostrarnos la mala elección de nuestras furias; tampoco ayuda el subtexto de pasiones y broncas en la escena literaria local, que se exhibe no tan disimuladamente en las líneas de batalla, trazadas rápidamente.

Entonces, lo peor de todo es que los argumentos válidos se pierden en la retórica desproporcionada. Sí, mucho de la culinaria peruana es una bomba de carbohidratos con exceso de sazón; pero esto no quiere decir que no sea sabrosa, sobre todo porque es nuestra manera de comer y así hemos formado el gusto, de manera que nos encanta, como los chicles de ají le gustan a los mexicanos, el fish and chips a los ingleses, o el gaegogi a los coreanos.

Sí, es un exceso reducir la nacionalidad peruana a la comida; pero eso no niega que es una de las pocas cosas en las que nos encontramos y que nos enorgullecen.

Sí, la furia anti Thays es lamentable; pero es una furia banal, que no vale como otras furias que han sido mucho más importantes, como aquellas que trajeron abajo a Fujimori el 2000, o las que impidieron múltiples despropósitos en los últimos años. Esas son furias reales, que implican riesgo y efectos de fondo en la sociedad, y han ocurrido cuando han tenido que ocurrir.

Sí, algo anda mal cuando la prensa dedica tanta atención a algo tan banal; pero el problema viene de atrás, y afecta a la prensa de casi todo el mundo, y en el Perú en particular, es una manifestación de la completa falta de rumbo. Todo esto es un síntoma, y así hay que verlo.

Finalmente, sí, deberíamos poder hablar de otras cosas, y tener otros símbolos: pero no los tenemos, y es la chamba de los académicos tratar de discernir por qué ocurre esto y cómo mejorar la situación. Me reservo la indignación para otras cosas.

Me disculpan, tengo un sanguche de jamón del país esperándome.

 

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