03 OPINION DE AUGUSTO ALVAREZ RODRICH
Ocurrió anteayer y fue Iván Thays, quien en su blog ‘Vano Oficio’ –que se publica en El País– realizó duras críticas a la gastronomía peruana en una nota escrita a propósito de la aparición de la última novela de Gustavo Rodríguez, ‘Cocinero en su tinta’.
Esta narra la historia de un cocinero arequipeño que es invitado al festival Madrid Fusión, en el que se propone inventar un plato que deslumbre a su audiencia y deje muy en alto el nombre del Perú.
A propósito de la publicación de este libro, pero sin que sea una crítica literaria del mismo, Thays lanza un conjunto de comentarios duros sobre el tema de fondo de la novela de Rodríguez: la gastronomía peruana.
En su opinión, la comida peruana “casi sin excepción se trata de un petardo de carbohidratos al cubo, una mezcla inexplicable de ingredientes (muchos de ellos deliciosos en sí mismos, hay que decirlo, pues los insumos son de primera calidad) que cualquier nutricionista calificado debería prohibir”.
La reacción fue inmediata para quien, súbitamente, pasó a convertirse en una suerte de Movadef culinario contra ese emblema del orgullo nacional que, con toda razón, se ha vuelto la gastronomía nacional.
No hay duda de que la gastronomía nacional es la actividad que ha tenido el mayor desarrollo en el país durante los últimos quince años gracias al espíritu emprendedor y tesonero de peruanos valiosos que, con Gastón Acurio a la cabeza, han logrado empezar a poner la cocina peruana en el escenario mundial, lo cual ha funcionado como un factor de inclusión y de cohesión de la peruanidad en un país como el nuestro que suele tener expresiones frecuentes de desintegración y de fragmentación.
Por ello, ser cocinero hoy en el Perú es prestigioso y Gastón Acurio es uno de los peruanos más admirados.
En ese contexto, la reacción de muchos contra Thays puede ser interpretada como una defensa frente a un supuesto ‘agravio’ a ese motivo de orgullo nacional que va a contracorriente del sentir nacional. Es, sin embargo, también, una expresión de elevada intolerancia frente a la opción de disentir del ‘credo oficial’, de manifestar una opinión propia que no tiene por qué coincidir con la mayoría y que, no obstante eso, pero, por eso mismo, debe ser respetada.
Finalmente, luego de la etapa de admiración y de contemplación por nuestra cocina, no nos vendrá mal una etapa más avanzada de cuestionamiento a la misma, lo cual, no hay duda, la hará más fuerte y potente.
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