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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

10 OPINION DE JORGE BRUCE

Menudo alboroto se armó en las redes sociales con la publicación del post de Iván Thays “Con la tinta aún húmeda”, en su blog Vano Oficio, en el diario español El País. El texto se refiere a la novela Cocinero en su tinta, de Gustavo Rodríguez, anunciada como “la primera novela sobre la gastronomía peruana”. Thays avisa que no ha leído dicho libro y que su objetivo es hacer una pataleta contra el boom de la gastronomía peruana, afirmando que nuestra comida no es la mejor de Latinoamérica (en eso discrepo), menos aún del mundo (en eso concuerdo). Hasta ahí, sospecho que la mayoría podía tolerar, a regañadientes, ese crimen de lesa majestad culinaria.

Pero cuando escribió: “creo, honestamente, que la comida peruana es indigesta y poco saludable. Casi sin excepción se trata de un petardo de carbohidratos al cubo, una mezcla inexplicable de ingredientes (muchos de ellos deliciosos en sí mismos, hay que decirlo, pues los insumos son de primera calidad) que cualquier nutricionista calificado debería prohibir”, entonces se encontró con Chocano, dicho en lenguaje seudoliterario. Las huestes enardecidas de internet le hicieron un estruendoso cacerolazo: posero, figureti, no le ha ganado a nadie, nunca escuché hablar de él, comía en el piso, su mamá no sabía cocinar, etcétera. Para permanecer en el rubro: fue un apanado digno del libro de Guinness.

¿Qué terminación nerviosa tan sensible tocó Thays para suscitar una reacción tan airada como masiva?

Es cierto que hay platos hipercalóricos y de digestión complicada en la vasta culinaria peruana, como hay otros más refinados y, sobre todo, hay un proceso dirigido a optimizar esa propuesta. Mistura es un buen ejemplo de cocina tradicional –muchas veces desafiante para el sistema digestivo, pero casi siempre deliciosa– y creaciones gourmet, no siempre bien logradas pero con un meritorio trabajo que de seguro, en unos años, nos habrá hecho avanzar considerablemente. Más allá de algunas exageraciones bombásticas como eso de la mejor cocina mundial y de algunos excesos ridículos en términos de fusión, a Lima, por mencionar solo la capital, le falta mucho para competir con las grandes urbes gastronómicas en variedad y calidad. Pero los progresos son notorios. Poner en entredicho ese movimiento en busca de excelencia, liderado por Acurio, ha sido sentido por mucha gente como un ataque a la autoestima nacional, si tal cosa existe.

Quizás lo que más ha dolido a muchos del brulote de Thays es su referencia a las “carencias de un país necesitado del reconocimiento extranjero para sentir respeto por sí mismo”. Esta es una afirmación complicada porque no acierto a imaginar a un país que escape a esa regla. Tal como los individuos, las naciones –concepto que también se cuestiona en el texto– se deprimen sin el reconocimiento ajeno.

Lo anterior se agrava por haber sido publicado en un diario europeo, acaso el más difundido en habla hispana. Para muchos eso lo aproxima, intuyo, a una variante soterrada de traición a la patria; los peruanos no la tenemos fácil en términos de identidad y confianza básica. Nuestra historia, ahíta de derrotas y fracasos, está hambrienta de motivos de orgullo e integración. Atacar uno de esos “platos fuertes” es una aventura riesgosa. La fragilidad narcisística no tolera esos cabes. Dicho lo cual, hay algo de proyectivo e infantil en criticar la vanidad de un escritor que se burla de la vanidad nacional.

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