COCINA EN EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL 2
Más de medio centenar de expertos en historia y gastronomía se dan cita en Salamanca en el marco de un curso organizado por el grupo de Ciudades Patrimonio y la Universidad de Salamanca sobre el legado y pervivencia de los usos de cocina del Siglo de Oro en el momento actual.
Una presencia que los participantes pudieron sentir muy cercana, ya que además de la parte teórica, el curso incluyó la celebración de un banquete del Siglo de Oro, organizado por los cocineros José Carlos López Sosa y Santiago Lurueña. Un opulento convite que ofreció a los comensales platos tan llamativos como empanada inglesa de carne y turmas de tierra, guisado de albujávanas, lechuga rellena de ternera, torreznos lampreados, olla podrida, sábalo escabechado, arroz con leche de almendras o tortada de higos.
Precisamente, el conocido periodista y crítico gastronómico Javier Pérez de Andrés, destacó en la apertura del curso la importancia de que «la cocina histórica se reivindique ante la cocina vanguardista como una corriente igual de válida» y señaló que «igual que las ciudades Patrimonio cuidan su imagen, su urbanismo o su programación cultural, también es de vital importancia que conserven la gastronomía como un legado más».
Por su parte, Carmen Simón Palmer - Premio Nacional de Gastronomía en el año 2003-, abrió las ponencias teóricas con una disertación sobre «la cocina de Palacio». La historiadora afirmó que durante el Siglo de Oro «los cortesanos tenían una dieta basada casi exclusivamente en la carne pero no por culpa de los cocineros sino de los médicos, las verduras, la leche o el queso que hoy consideramos imprescindibles para una dieta sana, estaban contraindicados por los doctores».
Esta situación, según Carmen Simón, explica la presencia de la gota en las familias reales y en general, el hecho de que los monarcas vivieron menos que sus súbditos a pesar de las duras condiciones de la época.
De hecho, explicó que era habitual que los hijos ’naturales’, tenidos fuera del matrimonio, vivieran más que los legítimos. «El cuidado de los niños recién nacidos en la familia real se encargaba a las nodrizas, que se escogían entre el pueblo llano y con las que pasaban hasta los 3 años, al cumplir esa edad desde el primer día pasaban a los banquetes donde pasaban de golpe a comer asados, capón, gallina, huevos, y muchos no lo soportaban y morían», afirmó.
«Alimentar el espíritu»
Por otra parte, el estudio de los archivos reales pone de manifiesto otras curiosidades, como el hecho de que desde 1547, cuando se aprueba la cédula que afirma que «los reyes comen sólo para alimentar el espíritu», no haya ni una sola ilustración o grabado de los monarcas españoles comiendo.
Igualmente, Carmen Simón afirma que los reyes en el Siglo de Oro «tenían miles de personas a su servicio» y que la responsabilidad de organizar cada banquete recaía en un grupo de siete jefes que recibían el nombre de sumilleres, hoy destinado únicamente al experto en vino.
En los archivos, aseguró la historiadora, también quedan constancia de los «antojos reales» durante los embarazos y afirmó que «alguna reina en estado, después de haber cenado 60 platos tenía en plena noche el antojo de sardinas y había que salir a buscarlas por Madrid». nortecastilla.es
Una presencia que los participantes pudieron sentir muy cercana, ya que además de la parte teórica, el curso incluyó la celebración de un banquete del Siglo de Oro, organizado por los cocineros José Carlos López Sosa y Santiago Lurueña. Un opulento convite que ofreció a los comensales platos tan llamativos como empanada inglesa de carne y turmas de tierra, guisado de albujávanas, lechuga rellena de ternera, torreznos lampreados, olla podrida, sábalo escabechado, arroz con leche de almendras o tortada de higos.
Precisamente, el conocido periodista y crítico gastronómico Javier Pérez de Andrés, destacó en la apertura del curso la importancia de que «la cocina histórica se reivindique ante la cocina vanguardista como una corriente igual de válida» y señaló que «igual que las ciudades Patrimonio cuidan su imagen, su urbanismo o su programación cultural, también es de vital importancia que conserven la gastronomía como un legado más».
Por su parte, Carmen Simón Palmer - Premio Nacional de Gastronomía en el año 2003-, abrió las ponencias teóricas con una disertación sobre «la cocina de Palacio». La historiadora afirmó que durante el Siglo de Oro «los cortesanos tenían una dieta basada casi exclusivamente en la carne pero no por culpa de los cocineros sino de los médicos, las verduras, la leche o el queso que hoy consideramos imprescindibles para una dieta sana, estaban contraindicados por los doctores».
Esta situación, según Carmen Simón, explica la presencia de la gota en las familias reales y en general, el hecho de que los monarcas vivieron menos que sus súbditos a pesar de las duras condiciones de la época.
De hecho, explicó que era habitual que los hijos ’naturales’, tenidos fuera del matrimonio, vivieran más que los legítimos. «El cuidado de los niños recién nacidos en la familia real se encargaba a las nodrizas, que se escogían entre el pueblo llano y con las que pasaban hasta los 3 años, al cumplir esa edad desde el primer día pasaban a los banquetes donde pasaban de golpe a comer asados, capón, gallina, huevos, y muchos no lo soportaban y morían», afirmó.
«Alimentar el espíritu»
Por otra parte, el estudio de los archivos reales pone de manifiesto otras curiosidades, como el hecho de que desde 1547, cuando se aprueba la cédula que afirma que «los reyes comen sólo para alimentar el espíritu», no haya ni una sola ilustración o grabado de los monarcas españoles comiendo.
Igualmente, Carmen Simón afirma que los reyes en el Siglo de Oro «tenían miles de personas a su servicio» y que la responsabilidad de organizar cada banquete recaía en un grupo de siete jefes que recibían el nombre de sumilleres, hoy destinado únicamente al experto en vino.
En los archivos, aseguró la historiadora, también quedan constancia de los «antojos reales» durante los embarazos y afirmó que «alguna reina en estado, después de haber cenado 60 platos tenía en plena noche el antojo de sardinas y había que salir a buscarlas por Madrid». nortecastilla.es
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