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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

ARQUEOLOGIA GASTRONOMICA EN SEVILLA

Juan Luis Pavón - eldiariodesevilla.es
Al excelente arqueólogo Miguel Ángel Tabales, que ilumina las sombras de la historia de Sevilla con sus periódicas excavaciones en el Alcázar, hay que pedirle que en sus pesquisas subterráneas del Patio de Banderas busque el tarro de las esencias. Deben estar cerca de dar con él, pues a cinco metros de profundidad han hallado un fondo de cabaña que calculan es del siglo VIII antes de Cristo, y hay restos de una cocina prehistórica. De cuando lo que se llevaba era el sílex y no el silestone. Es el vestigio más remoto de población asentada en la ciudad. Qué buen ojo tenían para situarse en el marco incomparable, en el centro de la peatonalización. Aún no sabemos si nos trajeron al mundo como urbe. Pero destilaban Sevilla eterna a raudales.

De esa cocina, anterior a los caterings de Juliá, ha de salir información clave sobre nuestras señas de identidad, para aclarar los enigmas de la sevillanía. Si el tapeo es turdetano o fenicio. Qué fue antes de Julio César, la cola de toro o los albures en adobo. Qué diseño y color tenían los veladores en la época visigoda. A qué olía Sevilla mirando a La Meca. A qué temperatura se servía la cerveza cuando se elaboraban las tablas alfonsíes. Cómo se condimentaban los caracoles mientras coronaban la Giralda con la veleta. Cómo eran las sillas plegables para las fiestas saturnales. Qué se consumía en las botellonas extramuros.

Dentro de 28 siglos, cuando otros arqueólogos busquen el arca perdida de la Sevilla actual, se afanarán en construir una identidad con el menú turístico en Santa Cruz, el pellejo de altramuces, los huesos de jamón, las thermomix, la salmuera, la repostería de Laura Robles, los precocinados, los cafés de Starbucks, las espinacas con garbanzos, el telepizza, el recetario de Adriá y el pescao de freiduría. Mucha egiptología y un máster en sudoku les harán falta para desentrañar quiénes éramos y qué comíamos.

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