Desde 1889, el kilogramo está basado en un cilindro compuesto por un 90% de platino y un 10% de iridio, fabricado en Londres en 1879 y conservado bajo una campana de cristal en la Oficina de Pesos y Medidas de Sèvres, cerca de París.
Las mediciones realizadas desde hace más de cien años muestran que el kilogramo ha adelgazado. Su masa ha cambiado el equivalente de un grano de arena de 0,4 mm de diámetro.
Lo suficiente para que los científicos de todo el mundo estudien una definición que pueda pasarse del objeto físico, tal como hicieron con el metro, definido ahora por la velocidad de la luz.
El objetivo es redefinir todas las unidades básicas -masa, distancia, tiempo, etc.- con valores estables y universales.
Para el kg, los científicos sugieren el uso de la constante de Planck, un valor que lleva el nombre del padre de la física cuántica, Max Planck. Compleja para el neófito, la constante de Planck se define con una fórmula llamada h.
Queda por definir la relación entre el kilo de toda la vida y la constante de Planck. Para eso, se están realizando experimentos en todo el mundo. Los científicos utilizan balanzas del vatio, un aparato que permite convertir la potencia mecánica en potencia eléctrica y viceversa.
"Nuestros experimentos avanzan, pero es muy pronto para poner en práctica la nueva definición del kilogramo", indicó Michael Stock, de la Royal Society de Londres.
"Uno de los problemas es que necesitaremos más balanzas del vatio de las que tenemos" para medir de manera fiable el kilogramo cuando se aplique la nueva definición, explica.
Estimó que el cambio podría ser aprobado "razonablemente" en la próxima conferencia de pesos y medidas prevista en París en 2015.
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