HISTORIA DE LA NAVIDAD - 6
EL ARBOL - APUNTES DE NAVIDAD - RAFAEL ARIANSEN SALVAGNO - INSTITUTO DE LOS ANDES
El árbol de navidad es un elemento ornamental que se ha convertido en un símbolo característico de estas fiestas. Hay muchas historias alrededor de sus orígenes.
Desde épocas remotas, muchos pueblos le rendían culto a un puñado de árboles considerados sagrados por distintos motivos. El más común, desde Grecia hasta Noruega, era el roble, pero con el devenir del cristianismo se cambió al inconmovible roble por el abeto pues, según los misioneros, la forma triangular de la enramada correspondía al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. (Teoría de los triángulos perfectos)
Este trío mágico caló muy bien en todas partes ya que era un número venerado por muchos pueblos miles de años antes de la venida de Jesús, y de esta manera bastante singular se impuso el abeto y con el correr de los siglos el pino.
Durante esta fecha se había convertido en una costumbre milenaria el adornarlos con piedras pintadas y telas de colores, con el doble propósito de “vestir” a los árboles que se habían quedado “desnudos” tras el otoño, esto es sin su respectivo “espíritu”, y por otro lado lograr que el “espíritu” que había escapado de los árboles regresara a dar sus frutos en primavera, como efectivamente sucedía para regocijo de todos.
Otro de los antecedentes del árbol navideño nos llega desde el siglo VII, cuando Winfrid, un monje misionero inglés (que pasó a la historia de la iglesia como San Bonifacio) cortó un roble que en la antigua Germania era utilizado para ofrecer la vida de los cristianos en sacrificio. En su lugar nació un abeto que los creyentes adoptaron luego como emblema del cristianismo.
Otra de las historias sitúa el comienzo de la tradición en la región francesa de Alsacia, donde hace cuatro siglos vivía un sacerdote muy caritativo, que cada noche de navidad repartía entre la gente pobre de su pueblo alimentos, ropa y dinero que recolectaba en los meses anteriores. Un día, mientras preparaba los paquetes para cada una de las personas, el sacerdote admiró la hermosa noche y se le ocurrió colgar los paquetes en un gran abeto que quedaba cerca de la iglesia, la gente podría además disfrutar de ver el maravillosos cielo estrellado de diciembre mientras se reunían alrededor del árbol para cantar cánticos sagrados. Tan grata resultó la reunión que desde entonces el árbol fue centro de la fiesta navideña.
Otro cuento lleva la tradición a Inglaterra y la sitúa en el siglo XVIII bajo el reinado de Jorge III. La esposa del rey, la reina Carlota, se caracterizaba por su bondad con los súbditos y en el año 1765 decidió instalar, en uno de los salones más grandes de palacio, un “Christmas Tree” (Arbol de Pascua en inglés) adornado con guirnaldas, luces, juguetes y toda clase de regalos.
Se atribuye incluso la idea del árbol decorado a Martín Lutero. Según cuenta la tradición, una fría y silenciosa noche, regresando a Witteberg, Lutero miraba al cielo y observaba los árboles helados del bosque resplandeciendo bajo la luz de las estrellas, entonces se le ocurrió que podía reproducir ese hermoso efecto en su propio hogar. Fue por un hacha y enseguida se internó en el bosque a fin de cortar un pino, lo llevó a casa y le colocó entre las ramas pequeñas velas para que vistas desde lejos simularan a las estrellas del cielo. Quizá haya sido un intento de la iglesia alemana reformada por conservar una costumbre pagana, viva en el pueblo, atribuyéndole un carácter cristiano.
En 1841, el Príncipe Consorte Alberto de Sajonia-Coburgo, célebre marido de la reina Victoria puso un árbol de navidad en su castillo de Windsor, oficializándose así en Inglaterra una tradición que ha adquirido características propias en muchos países del mundo. Cabe pensar que el abeto decorado en los hogares podría considerarse, en cierto sentido, como una prueba de fidelidad monárquica.
En lo que hay pleno acuerdo es en el origen europeo de la tradición y, en este punto, no está de más explicar que mientras la Navidad se celebra en invierno en todos aquellos países del hemisferio norte, en los del hemisferio sur, como Perú, la Navidad se celebra en pleno verano. Los árboles de Europa y Estados Unidos se ven, por esto, cubiertos de nieve, realidad que muchos tratan de reproducir en el sur, poniéndole algodón, lana de vidrio o espuma de plástico a sus acalorados pinos.
La invención de la luz eléctrica y de los focos de combustión provocó un cambio en los decorados del árbol navideño, en lugar de las velas de cera fueron incorporados focos, bolas de vidrio y escarcha y figuritas multicolores.
Actualmente, en el mundo entero, aunque el sentimiento es el mismo, la forma de elaborar el árbol ha adquirido características particulares según la región. En Inglaterra se coloca entre las ramas las conocidas “crackers” o canastillas de filigrana plateada, llenas de caramelos. En el Japón la tradición se manifiesta con sonajeros de vidrio y abanicos dorados. En Estados Unidos se utilizan pinos con elementos que simulan la nieve. Los daneses cuelgan guirnaldas de banderitas nacionales hechas de papel, los alemanes decoran el árbol con galletitas de jengibre, palomas y luces artificiales.
En Suecia por lo general se adornan dos árboles, uno natural en el jardín, donde los niños cuelgan diferentes recipientes llenos de semillas, trigo, maíz y migas de pan para que los pajarillos se alimenten y compartan con ellos la alegría de navidad. El otro árbol, en el interior del hogar, se decora con ángeles, canastillas de nueces y la figura de un duende tradicional al que llaman Tompte El Elfo. En los árboles navideños rusos no faltan las bombas de brillantes colores y en los holandeses cuelgan galletas de chocolate con la imagen de Santa Claus y las famosas Kerkstrans, que son galletitas en forma de corona que los niños arrancan para comérselas. El árbol polaco se caracteriza por una alegre decoración de pavos reales, puerco espines, guirnaldas y ángeles. Para muchos países europeos el verde del árbol simboliza el gran deseo de que el invierno llegue a su fin dando paso a la primavera.
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