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CENTRO DE INVESTIGACIÓN DE LOS ANDES

99 FORO COCINA PERU

13 OPINION DE GUSTAVO RODRIGUEZ

Como una “pataleta” calificó el escritor Gustavo Rodríguez las críticas que hiciera su colega Iván Thays a la comida peruana.

"He comido con él, pero con moderación porque tiene un problema gástrico. Lo he visto comer tiradito. De repente su error fue convertir un sentir personal en algo categórico. Es una pataleta, él mismo lo admite", declaró Rodríguez.

El también publicista opinó que el "cargamontón" a Thays fue mayor por haberse expresado desde el extranjero. "¿Imagínate si hubiera sido puesto (su crítica) en un blog chileno? Somos un país muy necesitado de reconocimiento de afuera", sostuvo.

 Asimismo se refirió a su novela Cocinero en su tinta. "Si hubiera elegido escribir de gastronomía por oportunismo hubiera estado en mi derecho, pero no es el caso. Este libro tomó un largo proceso de tres años", indicó.

12 OPINION DE ORTIZ Y WONG

Beto Ortiz también metió su cuchara en el debate que Iván Thays ha levantado con su crítica de la gastronomía peruana en su blog de El País.

El reconocido periodista dice que, pese a los años de Thays como escritor y conductor de televisión, recién ha gozado de “una descomunal notoriedad limeña que no había logrado en 20 años”, gracias al post sobre la comida peruana en su blog Vano Oficio, que el mismo Thays consideró como una pataleta. Sin embargo, su pataleta ha generado una seguidilla de respuestas que están en su segunda semana.

“¿Es realmente un talibán el tal Iván?”, se pregunta Beto Ortiz. ¿Somos unos “locos fundamentalistas” con nuestra gastronomía? Ortiz afirma que Thays no es el primero ni el último de los peruanos que opina que la comida de este país indigesta. Sin embargo, para él, es cuestionable el hecho de que haya elegido un medio internacional para criticar a quizá el elemento que más patriotismo inspira en los peruanos: “si para divertir a tus potenciales lectores europeos no se te ocurre idea menos cagona que irte a maletear a los tuyos en casa ajena entonces –solo entonces– cómete bien rico tu apanado y métele un rocoto”.

Para continuar con el tema, el periodista invitó a su programa ‘Abre los ojos’ al famoso chef Javier Wong. El apasionado cocinero dijo sentirse “totalmente insultado” y que las “expresiones duras” del escritor solo exacerbaban “el animal que tenemos dentro”.

 ‘Chef Wong’ un experto del cuchillo afilado y el fogón, aseguró que Thays no es bienvenido en su restaurante y que sus palabras “son como una mentada de madre” para el Perú.

11 OPINION DE MIKEL LOPEZ ITURRIAGA

Como víctima ocasional de ataques furibundos por herir sensibilidades patrióticas en mis recetas y artículos, he sentido cierto alivio al ver la marimorena que ha armado Iván Thays en su blog Vano Oficio. El escritor peruano se ha atrevido a poner de vuelta y media la gastronomía de su país, lo que le ha valido toda clase de improperios por parte de sus paisanos en los comentarios y en Twitter, e incluso apariciones en las portadas de los diarios digitales de alla. Digo que he sentido alivio porque me reconforta pensar que no soy el único al que le pasan estas cosas, no por estar de acuerdo con los patriotas culinarios que piden la cabeza de Thays, claro está.

No comparto las opiniones del autor sobre la comida peruana, que él califica de "indigesta y poco saludable, casi sin excepción un petardo de carbohidratos al cubo, una mezcla inexplicable de ingredientes que cualquier nutricionista calificado debería prohibir". No puedo estar de acuerdo con él porque nunca he estado en Perú, y mis conocimientos de lo que pasa allí se limitan a algunas lecturas, el seguimiento del blog Cucharas Bravas, unas pocas visitas a restaurantes peruanos en España y un par de pisco-sours en el stand del país en Madrid Fusión. Vamos, que en un gesto muy poco español, me declaro no capacitado para discutir sobre un asunto del que sé poco o nada.

Sobre lo que sí tengo opinión es sobre la airada reacción que el post de Thays ha desatado. Lo que dice el autor, faltaría más, es discutible, y desde la distancia veo razonables las críticas sobre la amplitud de sus descalificaciones. Cargarse toda la comida de un país tan grande, al que supongo diferentes tradiciones dependiendo de las zonas, suena bastante aventurado. Personalmente, detesto este tipo de generalizaciones: cada vez que oigo a alguien decir que la comida francesa no le gusta "porque le ponen mantequilla a todo", que la británica y la estadounidense "son una basura" o que los japoneses "no comen más que pescado crudo", tiendo a identificar al interlocutor como un ignorante gastronómico al que sólo le faltan las orejas de burro.

Sin embargo, entiendo el artículo del escritor como una pataleta -él mismo usa esta palabra- contra un fenómeno a su entender inflado: el boom de la cocina peruana, encabezado por cocineros como Gastón Acurio y promovido, como no podía ser de otra forma, por las instituciones de aquel país. Si en su opinión es un bluff, creo que Thays hace muy bien en decirlo. La autocrítica del producto nacional es un ejercicio muy sano que deberíamos practicar más.

En España se nos llena la boca con nuestros maravillosos chefs y nuestra sensacional materia prima, y tendemos a olvidar una larga lista de carencias gastronómicas: la recesión de una cocina casera cada vez menos practicada, el bajo nivel de los restaurantes de rango medio, la desfachatez con la que se sirven carísimos bodrios a los turistas, el dramático desplome del sabor de algunos productos (¿qué fue del tomate de verdad?), el desinterés generalizado por saber de dónde salen los alimentos y bajo qué condiciones se han elaborado, la pésima calidad media del pan y de la repostería...

No estoy diciendo que aquí se coma mal en todas partes: por suerte, todavía hay signos de vida en la cocina popular española, y muchos profesionales tratan de darlo todo tanto en la producción como en la restauración. Tampoco hay que fustigarse, y me parece muy bien que se ponga en valor lo bueno que tenemos. Pero el hecho de que Ferran Adrià sea el mejor cocinero del mundo y de que algunos establecimientos españoles estén con justicia en la cumbre no convierten a nuestro país en un paraíso terrenal de la comida.

Decir estas cosas en alto no es un ataque a nuestra cocina, sino un intento de promover su mejora. Los energúmenos que han pedido la deportación, la cárcel o la quema en hoguera pública de Iván Thays quizá deberían leer su post en esta clave. El ciego patriotismo gastronómico del "lo nuestro es lo mejor" no conduce a nada más que a la autocomplacencia y al estancamiento. Los peruanos no deberían ponerse furiosos porque alguien critique su comida, sino reflexionar sobre qué parte de verdad puede contener dicha crítica. ¿Que no contiene ninguna? Pues entonces se rebate con argumentos o directamente se ignora a quien la profiere. Y en cualquier caso, se le respeta aunque no se esté de acuerdo: en este sentido, me alegran las sensatas llamadas a la tolerancia desde la discrepancia de Acurio o de Cucharas Bravas.

Defendamos la tradición y la personalidad de cada cocina, pero dejémonos ya de gastronacionalismos bobalicones. Si la cocina peruana es buena, poco daño le podrán hacer las malas palabras de un escritor, por mucho que las difunda un medio extranjero con la audiencia de EL PAÍS. Aunque a muchos se les olvide en su rabia, al fin y al cabo el artículo de Iván Thays, como éste, no es más que eso: la opinión de un señor.

10 OPINION DE JORGE BRUCE

Menudo alboroto se armó en las redes sociales con la publicación del post de Iván Thays “Con la tinta aún húmeda”, en su blog Vano Oficio, en el diario español El País. El texto se refiere a la novela Cocinero en su tinta, de Gustavo Rodríguez, anunciada como “la primera novela sobre la gastronomía peruana”. Thays avisa que no ha leído dicho libro y que su objetivo es hacer una pataleta contra el boom de la gastronomía peruana, afirmando que nuestra comida no es la mejor de Latinoamérica (en eso discrepo), menos aún del mundo (en eso concuerdo). Hasta ahí, sospecho que la mayoría podía tolerar, a regañadientes, ese crimen de lesa majestad culinaria.

Pero cuando escribió: “creo, honestamente, que la comida peruana es indigesta y poco saludable. Casi sin excepción se trata de un petardo de carbohidratos al cubo, una mezcla inexplicable de ingredientes (muchos de ellos deliciosos en sí mismos, hay que decirlo, pues los insumos son de primera calidad) que cualquier nutricionista calificado debería prohibir”, entonces se encontró con Chocano, dicho en lenguaje seudoliterario. Las huestes enardecidas de internet le hicieron un estruendoso cacerolazo: posero, figureti, no le ha ganado a nadie, nunca escuché hablar de él, comía en el piso, su mamá no sabía cocinar, etcétera. Para permanecer en el rubro: fue un apanado digno del libro de Guinness.

¿Qué terminación nerviosa tan sensible tocó Thays para suscitar una reacción tan airada como masiva?

Es cierto que hay platos hipercalóricos y de digestión complicada en la vasta culinaria peruana, como hay otros más refinados y, sobre todo, hay un proceso dirigido a optimizar esa propuesta. Mistura es un buen ejemplo de cocina tradicional –muchas veces desafiante para el sistema digestivo, pero casi siempre deliciosa– y creaciones gourmet, no siempre bien logradas pero con un meritorio trabajo que de seguro, en unos años, nos habrá hecho avanzar considerablemente. Más allá de algunas exageraciones bombásticas como eso de la mejor cocina mundial y de algunos excesos ridículos en términos de fusión, a Lima, por mencionar solo la capital, le falta mucho para competir con las grandes urbes gastronómicas en variedad y calidad. Pero los progresos son notorios. Poner en entredicho ese movimiento en busca de excelencia, liderado por Acurio, ha sido sentido por mucha gente como un ataque a la autoestima nacional, si tal cosa existe.

Quizás lo que más ha dolido a muchos del brulote de Thays es su referencia a las “carencias de un país necesitado del reconocimiento extranjero para sentir respeto por sí mismo”. Esta es una afirmación complicada porque no acierto a imaginar a un país que escape a esa regla. Tal como los individuos, las naciones –concepto que también se cuestiona en el texto– se deprimen sin el reconocimiento ajeno.

Lo anterior se agrava por haber sido publicado en un diario europeo, acaso el más difundido en habla hispana. Para muchos eso lo aproxima, intuyo, a una variante soterrada de traición a la patria; los peruanos no la tenemos fácil en términos de identidad y confianza básica. Nuestra historia, ahíta de derrotas y fracasos, está hambrienta de motivos de orgullo e integración. Atacar uno de esos “platos fuertes” es una aventura riesgosa. La fragilidad narcisística no tolera esos cabes. Dicho lo cual, hay algo de proyectivo e infantil en criticar la vanidad de un escritor que se burla de la vanidad nacional.

09 OPINION DE IGNACIO MEDINA

Está visto que el Perú es un país sin matices. Cuando Iván Thays niega la cocina, medio país se le echa encima. Cuando Gastón Acurio pide respeto para las opiniones ajenas el mundo de la cultura le echa en cara su presencia en el jurado de un premio literario lanzado por Caretas: cocinero a tus cocinas. Y Gastón se dio la vuelta y volvió a sus cocinas. Ya no estará en el jurado del concurso anual de cuentos en 1000 palabras de Caretas. Le mandé un mensaje felicitándole por ello, pero cuanto más lo pienso más me arrepiento de haberlo hecho.

El de la cultura es, ha sido y será un mundo de castas. Aquí y en cualquier lugar del mundo. Gustavo Faverón ha dejado muy claro de qué lado está: del de los escritores. Un espacio vedado a los parias de la cocina. Faltaría más. Podemos aceptar la gastronomía como una forma de manifestación cultural, pero es ridículo pensar en un cocinero como en un igual. Aquí están mis credenciales en Cornell, Maine, Middlebury Standford y allí las de un pobre desgraciado que marchó a estudiar derecho a España y ni siquiera llegó a titularse: volvió convertido en cocinero.

No hay cabida para el universo culinario en el gueto literario. Aunque las publicaciones dedicadas a la cocina quintupliquen las ventas de más de una generación de escritores. Es sabido que lo nuestro es un arte minoritario, que pocos están preparados para entender. Las tiradas millonarias no premian a los buenos escritores si no a los que venden su alma en forma de concesiones a la masa; una licencia a la ignorancia.

Perdón había escrito lo nuestro. Creo que he publicado unos 70 libros y aunque una serie de 25 de esos libritos casi alcanzó los dos millones de ejemplares, soy un escritor gastronómico y por lo tanto un no escritor –la verdad es que hasta ahora siempre me había presentado como periodista y tras esta polémica volveré a hacerlo por el resto de mis días-, más animador de bautizos familiares y lonches de amigos que un miembro de la casta de los elegidos.

Por eso entiendo tan bien el texto de Gustavo Faverón, a quien tampoco he leído nunca –ya lo escribí el otro día al defender el derecho de Thays a decir lo que piensa de su cocina y a criticar la inconsistencia de alguna de sus afirmaciones- pero ese es privilegio de quienes viven al margen del mundo de la cultura: leo lo que me da la gana, del mismo modo que como donde quiero, cuando quiero y como quiero. Por eso me dedico a la crítica gastronómica y me considero independiente (cielos, un crítico, otra casta cercana a los parias de la cocina; resentidos sin talento valorando el trabajo que siempre quisieron hacer).

Confieso que lo intenté un tiempo hace muchos años: empecé a ver “las películas imprescindibles”, a leer “los” libros, a recorrer espacios culturales en busca de lo más extraño, lo más avanzado y lo más cool. Me aburría tanto que acabé dejándolo. Pero sigo opinando sobre cine, literatura, música o pintura, del mismo modo que no he dejado de votar desde que la recuperación de la democracia me dio ese derecho en España.

Después de leer a Faverón en La Mula queda claro que un cocinero no tiene currículum suficiente para juzgar la calidad de un cuento, aunque lea cada día. Dejémoslo así. El problema es que a partir de ahí podemos ir creando una cadena de conclusiones: un escritor debe abstenerse de hablar de cocina, aunque coma cada día, del mismo modo que un ciudadano debe renunciar a cualquier exigencia política por ser un tema reservado a los profesionales del rubro ¿El derecho a voto debería limitarse a los políticos profesionales para evitar desviaciones? Absurdo ¿no es cierto, Señor Gustavo?

El mundo de la cocina debería sentirse agradecido con los grandes escritores peruanos (los buenos de verdad, claro, no los que venden y son leídos). Soportan a los cocineros con educación, media sonrisa y gesto displicente. Tal cual hacen con su empleada, el chofer de su papá o el portero de su casa, al que cada vez que viajan le guardan la cajita de los dulces que reparten en los vuelos de Lan. Ellos siempre agradecen lo que los demás no son capaces de comer.

Me gusta la polémica que se ha creado en torno a la cocina peruana, por artificial y fariseo que resulte. Podría haber sido un buen momento para debatir sobre la libertad de expresión, la necesidad del debate para avanzar, la contraposición de ideas como motor de la reflexión… Lo que no me agrada tanto es lo que asoma tras ella; empezó tratando de la intransigencia de la sociedad peruana y conforme avanza empieza a desvelar muchas otras cosas: el clasismo, los prejuicios sociales, la prepotencia y los privilegios de casta que rigen el universo de la cultura.

Si viviera en otro mundo me gustaría pensar que la revista Caretas, en un arrebato de cordura, cambia a todos los miembros del jurado del concurso de cuentos por representantes de los destinatarios reales del premio: los lectores. ¿Un escritor puede juzgar un texto mejor que un lector? Una tontería más en medio de un debate estúpido.

08 OPINION DE DANIEL BIASEVICH

Sobre Iván Thays y San Gastón.

de Daniel Biasevich Groppo, el Domingo, 5 de febrero de 2012

No soy Iván Thays, Gustavo Rodríguez ni Gustavo Faverón. No soy Gastón Acurio, Beto Ortiz y gracias a Dios no soy Milagros Leiva – la más desubicada en todo este asunto-. Soy un peruano de a pie que se ha topado con una triste realidad: las personas que deberían fomentar la inteligencia, la cultura,  el criterio y la tolerancia en el país se han enfrascado en una discusión absurda, casi infantil, en torno a nuestra comida. Y entre ellos cientos de peruanos soltando, en comentarios llenos de faltas ortográficas, las opiniones más violentas y cargadas de insultos que no he visto en ningún artículo, post, o comentario sobre Abimael Guzmán, el Movadef, los altos índices de delincuencia en el país o la falta de educación que está transformando a los peruanos en una sociedad borrega, dependiente de los medios y manipulable por grandes empresas y líderes de opinión.

Tengo un amigo que detesta el cebiche y me lo recuerda cada vez que lo propongo para comer en algún almuerzo. No lo he linchado con insultos, no le he lanzado un lenguado en la cara, no he insultado a su madre y menos se me ha ocurrido llamarlo antiperuano. Algo parecido hizo Iván Thays, dijo que la comida peruana era indigesta y que prefiere las pastas, nada más. Todo en un blog que habría pasado desapercibido para el ochenta por ciento de personas que dejaron sus comentarios salvajes si hubiera escrito sobre algún escritor. El post anterior al fatídico, sobre Jonathan Franzen, tiene apenas 21 comentarios, una migaja de nada comparados a los 1075 que dejaron cuando escribió sobre la comida. Creo que ni Renato Cisneros tuvo tanto comentario escribiendo sobre su depresiva vida amorosa.

Inmediatamente los medios dejaron por un momento las pocas noticias relevantes que publican, para aprovechar el escándalo y meter más leña al fuego. Como siempre buscando la plata. No quiero escribir sobre la desnutrición en el país o ponerme a hacer comparaciones entre este escándalo y el poco interés que hubo con el Movadef, Tarata y Abimael Guzmán. No quiero entrar en demagogias, creo que de eso ya hubo bastante. Esta nota trata sobre la mierda que ha removido el comentario de Iván Thays, la porquería bajo la alfombra que se esconde en el Perú y las pocas neuronas que le quedan a una sociedad lobotomizada. El tema de fondo del que nadie habla, porque a nadie le conviene.

Somos una sociedad que se regodea en su ignorancia, que celebra su estupidez con poses de bacán, que acepta la criollada como estilo de vida. Una sociedad desinteresada, indiferente, desunida. Una sociedad racista, donde el blanco raja de cholo, el cholo del blanco, el cholo con plata del cholo pobre, el cholo pobre del cholo con plata y así puedo seguir ad infinitum. Somos la ridiculez andante. En las profundidades del océano gastronómico, la selección peruana y Machu Picchu somos un grupo de seres llenos de odio, totalmente desunidos. Somos un país que crece solo en economía porque le ponemos un chullo a Elton John y le servimos ravioles con salsa de ocopa a Rod Stewart. Somos nulos para aceptar nuestra mediocridad como fuimos ciegos para ver el terror y la violencia cara a cara hasta que el terror y la violencia decidieron llenar de bombas la ciudad. Y así seguimos.

La comida peruana es un bluff y un arma de doble filo. Es genial para el crecimiento económico del país, pero peligrosa para el crecimiento de su gente. Hace más grande la burbuja de perfección que encierra al país y que todos prefieren ver, mientras violencia, delincuencia, ignorancia y corrupción siguen creciendo entre las personas como una bacteria inmune. No puedo creer que Milagros Leiva tenga en su programa a Gustavo Rodríguez diciéndole que prefiere un país sin comida pero con tolerancia y después escriba en Facebook una nota alzando la horca y la antorcha contra Thays y de pasada diciendo que “no celebra a Grau ni a Bolognesi y que su héroe es la Inca Kola”. ¿Es eso Coherente? ¿Ha estudiado esta mujer la guerra con Chile? ¿Pretendía que recibiéramos a los chilenos con tacacho y tacu tacu? Esa es la forma de actuar del peruano, tratando de tener la razón la embarra más, porque no lee, no estudia, no analiza, no se preocupa por nada salvo la juerguita, la noche de makis, la fotito en Cosas y el concierto de Calle 13. Cosas que serían totalmente válidas si tuvieran la capacidad de ver el otro lado de la moneda. Una respuesta como la de Milagros Leiva es la muestra perfecta del peruano que fomenta el odio y ese no es el camino a ningún desarrollo. Eso deberían tener en cuenta los líderes de opinión, porque el crecimiento económico gracias a la comida y San Gastón no nos llevará a ningún lado si no empezamos a desarrollar el cerebro y los corazones de la gente.

07 OPINION DE GASTON ACURIO

EL INGREDIENTE SECRETO DE LA COCINA PERUANA. Tolerancia es el ingrediente que hizo que nuestra cocina se vuelva mágica. Un encuentro dialogante y respetuoso entre todas las sangres que dieron vida a nuestra cultura. Tolerancia. Un ingrediente que debe estar siempre presente. En nuestras ollas, en nuestros platos, en nuestras vidas. Tolerancia para aceptar que lo que nos gusta no tiene porque gustarle a todos. Tolerancia para no descalificar a quienes sientan orgullo por algo que a uno no le gusta. Tolerancia.
"¿Orgullo por lo nuestro es malo? Celebrar con un saludable cebiche y sudadito en mano, soñar con un mundo de corazón peruano, acaso es malo?", escribió el chef Gastón Acurio como respuesta al escritor Iván Thays quien en su blog dijo que la comida peruana era indigesta.

Cientos de seguidores de Acurio en Twitter le pedían que se pronuncie sobre Thays, quien dijo además que no entendía la necesidad de sentirse orgulloso de nuestra comida peruana, pero
Acurio dijo preferir no hacerle caso pues no sabía ni quién era.

"La verdad no le hago caso ni sé quién es. Respondo a quienes por aquí me reclaman respuesta. Eso era todo." escribió Acurio en Twitter.

06 OPINION DE BETO ORTIZ

Beto Ortiz, pandemonio
bortiz@peru21.com

Su ignoto rostro y su transgresora melena, aparecieron por primera vez en las tapas de los tabloides y en los noticieros, al tiempo que su nombre era invocado con pasión por personalidades de la talla del Gordo Gonzáles, Tommy Portugal, Martha Chávez y La Tigresa del Oriente. Pero, ¿es realmente un talibán el tal Iván? ¿o es que nosotros –los peruanos– nos hemos convertido en locos fundamentalistas del olluco, la arracacha y la papita nativa? A ver, respondámonos con preguntas.

¿Es Thays el primer peruano que se atreve a decir que nuestra comida es “indigesta, poco saludable y un petardo de carbohidratos”? No. Tampoco será el último. Pero está claro que, en la cotidiana elegancia de un ají de gallina casero, nadie busca “saludable”, todos buscamos “rico”: el sabor de tu niñez, el aroma de tu casa, la sazón de tu mamá. O de tu abuela o de tu nana. Si no fuera por eso te daría lo mismo comer aji-no-men. Y bueno, si te da lo mismo, mejor mátate. Cuando salieron por ahí con el chiste de que iban a inventar un impuesto a la comida chatarra en el marco de una gran cruzada nacional contra la obesidad, (en este país de millares de niños desnutridos), se generó un divertido debate en las redes sociales. La pregunta que se caía de la sartén era una sola: ¿Y no serán comida chatarra algunos de nuestros nuevos y comestibles símbolos patrios? ¿Un pan con chicharrón refrito en galones de aceite con su camotón y su cancha más será menos tóxico que una pizza personal super suprema? Si una Bembo’s de carne a la parrilla es comida chatarra, ¿qué será un cau cau de grasiento mondongo con papa y arroz? ¿Será más sano un tallarinzazo verde con su sábana apanada y su papaza a la huancaína más que 2 piernecitas de pollo extra crispy de Kentucky con cole slaw? ¿Cuántas calorías tiene una de esas domingueras montañas de jalea de mariscos con yuca frita, sarandaja, chifles, canchita, mayonesa y salsa tártara? ¿Serán extra light, la chanfainita, el adobo, el aeropuerto, la salchipapa, los picarones, la papa seca con fideos (“Manchapecho” o “Sopa Seca”), el tacacho con cecina, la patasca, la patita con maní? ¿Algún nutricionista trujillano habrá recetado una dieta de shámbar, sublime sopón de los lunes, hecho a base de pellejo de chancho, jamón ahumado, costillitas, habas, trigo, frejoles, garbanzos y cancha? Claro que no. Pero eso a quién mierda le importa. Es rico y es nuestro y por lo tanto es santo y bueno y viva el Perú, carajo. Se acabó la discusión. Una rosa es una rosa y la U es la U. Además, para poder decirle al mozo que te sirvan todo sin papa y sin arroz y que te los reemplacen por ensaladillas de berros, arúgula o repollitos de bruselas hace falta ser demasiado marica.

¿Es Thays un escritor realmente conocido? No. Narradores conocidos en Perú solo hay tres: Vargas Llosa, Ribeyro y Bryce. Conocidos porque te los machacan desde el cole y no necesariamente porque las masas los lean con furor. ¿Apostamos un tacu tacu montado a que no me pueden decir 3 títulos de Thays? Si no tienen google a la mano, perderán. Pero, ¿qué importa? ¿Es lo mismo ser un escritor conocido que un buen escritor? No. Y no solo no es lo mismo sino que nunca ha hecho falta ser bueno en algo para ser famoso. Algunos de los mejores escritores fueron ninguneados en su tiempo y nunca ganaron un mango en derechos de autor. Lo malo es que tampoco el anonimato es, necesariamente, garantía de gloria eterna. ¿Pertenece Thays al star system literario? Por supuesto, si así no fuera no sería invitado fijo a cuanta feria, encuentro, taller o mesa redonda se celebre aquí o en Guadalajara. Pero para eso no basta con publicar libros. Como ocurre con casi todo en Lima, en el ambientito de la literatura también es básico preocuparse por tener los amigos adecuados y vaya que Thays los tiene. Y todo indica que, además, los disfruta lo cual constituye todo un mérito de su parte. Me disculparán en este punto pero tengo la ligera impresión de que todos esos cónclaves de escritores estreñidos –que, aunque la peguen de campechanos, se toman a sí mismos tan en serio– son la cosa más pomposa y aburrida de la tierra.

¿Es Thays el mejor publicista del publicista Gustavo Rodríguez? Al comienzo creí que sí. Sospeché de lo que parecía ser el primer psicosocial libresco. No sé si son patas pero me pareció que el autor del célebre spot minero de Oblitas y el hoy enemigo público número uno podían haberse puesto de acuerdo. Pero esta polémica que comenzó el jueves como un comentario a priori de la novísima novela culinaria de Gustavo ha llegado a la tarde del sábado convertida en una conversación monotemática: Thays, Thays y más Thays. Todos los columnistas de los diarios se siguen ocupando de Thays lo cual demuestra que es mejor publicista que escritor y no tan buen publicista de los otros como de sí mismo. Ya nadie menciona la novela de Gustavo pero ni falta que hace, igual venderá como cancha salada. Iván es además y, sin ninguna duda, el más exitoso discípulo de la doctrina Medina aplicada al business editorial: pégale a Gisela y triunfarás. Perdonando el símil extremado, Iván sabía que Gastón mordería la carnada y así fue. Y los dimes y diretes entre ambos terminaron pareciéndose peligrosamente a la bronquita entre Larissa Riquelme y Tilsa Lozano: “¿Quién es ella? ¡No la conozco!” Por favor. Es imposible que un peruano que lee como Gastón no sepa quién es Thays que, además, ha de tener la misma edad. Como es imposible que un tipo inteligente como Thays crea realmente que la cocina peruana es una “mezcla inexplicable de ingredientes que cualquier nutricionista debería prohibir”. Acabáramos. Esa debe ser la opinión más estúpida que ha dado en su vida. Equivale a decir que un cuadro es una “mezcla inexplicable de colores” o un poema, “una mezcla inexplicable de palabras”. Nada qué explicar. Espero que Iván, en el fondo, tampoco se crea realmente que “le ha hecho un bien al país desnudando su talón de Aquiles” como escribió a guisa de amarga respuesta al cargamontón. Tranquilo, pelucón que estás demasiado joven para sonar así de frustrado. Pero eso sí: ni la tía Veneno de los agachaditos del Parque Cánepa ni el regio Tanta de Madrid van a perder un solo cliente a causa de lo que tú escribas o dejes de escribir en tu nuevo blog. Los peruanos no leemos, remember?

¿Es Thays un mal peruano, un traidor a la patria? Por favor. El bebe que es llorón y la mamá que lo pellizca. No la hagamos tan trágica, tampoco. ¿Irse a “El País” de España para hablar mierda de tu país será, acaso, lo mismo que irse a la casa del vecino para hablar mierda de tu vieja? Bueno. No es tanto lo que dices, Iván. Es dónde lo dices, cómo lo dices y sobre todo: para qué lo dices. No tengo pruebas suficientes de que así sea, pero si para divertir a tus potenciales lectores europeos no se te ocurre idea menos cagona que irte a maletear a los tuyos en casa ajena entonces –solo entonces– cómete bien rico tu apanado y métele un rocoto, caballero.